Cruzando el Charco
Me cuentan que hace muchos años mi país era un lugar próspero, moderno y en paz, pero la ambición de los poderosos lo convirtió en la sucursal del infierno, un territorio dominado por distintas facciones, en donde impera el hambre, la muerte y el dolor. De mi familia solo queda el recuerdo, sus cuerpos yacen en algún lugar bajo los escombros de la ciudad de Derna, un lugar en donde la guerra no parece tener fin y en donde el sufrimiento humano se encuentra en cada esquina.
La esperanza está prácticamente perdida y el futuro para un joven como yo de apenas 15 años es totalmente incierto. Dentro de mi país solo puedo ser soldado o esclavo, cruzar la frontera hacia una nación vecina es prácticamente imposible y morir no está en mis planes. Es por ello que decidí mirar hacia el mar, cruzar este enorme charco podría considerarse poco sensato, pero las condiciones actuales son la única forma de conseguir un futuro mejor.
Sin dinero, familia y amigos era casi imposible abordar alguna de esas balsas que surcan el mar hacia el norte, pero cuando se es de tez blanca, cabellos rizados y ojos claros se pueden conseguir muchas cosas a cambio de someterse física y mentalmente. Después de uno de los momentos más horribles de mi vida, conseguí abordar una barcaza repleta de personas, sin agua ni comida, con espacio apenas para sentarme, pero con las esperanzas de que 3000 km más adelante lograré encontrar la paz que tanto me hace falta.
El mar, que inicialmente parecía dócil y tranquilo con el pasar del tiempo, se volvió indomable, con olas cada vez más grandes, lluvias intensas, fuertes vientos y movimientos bruscos. Se trataba de una barcaza rudimentaria, repleta de personas, prácticamente a la deriva de un mar traicionero, en donde muchos caían por la borda, peleaban entre sí, cientos parecían de inanición y muchos niños y hacían sumidos entre la confusión y el horror.
Yo apenas me alimentaba con lo que caía al piso y de a ratos sentía cómo mis fuerzas se alejaban de mi cuerpo, mis pensamientos se nublaban, mis sentidos se apagaban. Recuerdo que una ola muy fuerte nos hizo girar por completo, todos caímos al mar y la oscuridad de estas profundidades parecían halarnos hacia un mundo paralelo, yo sin fuerzas y sin ánimo de seguir viviendo dejé todo en manos del destino, cerré mis ojos y me dejé llevar por una corriente fría, poco a poco dejaba atrás el llanto y los gritos, los lamentos y las aflicciones.
Al abrir mis ojos, me encontraba en una playa de arenas blancas, aguas cristalinas y sol intenso, pero el lugar estaba repleto de toldos blancos coronados por una Cruz Roja y al mismo tiempo había muchos militares cuyo hombro derecho resaltaba un estandarte verde, blanco y rojo. De un momento a otro me recogieron y me llevaron hasta una camilla al interior de uno de los toldos antes mencionados, allí enfermeras y doctores pasaban de un lado a otro, le pincharon mis brazos y me decían cosas en un idioma que yo no entendía.
Al pasar los días me enteré de que muchos de mis acompañantes murieron en el mar, otros fueron deportados a Derna, pero yo tuve la suerte permanecer en este lugar, sinceramente aún no sé cuál es mi destino, desconozco lo que los políticos harán conmigo, pero solo le pido al Dios que me salvó de la ferocidad del océano, que por favor también me libre de la maldad y la codicia del ser humano.
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Feliz tarde.Hola @yorgar, fue una muy buena lectura.
@osomar357 Hola compañero, me alegra que disfrutaras leyendo mi relato. ¡Saludos y bendiciones!