En estos últimos tiempos he aprovechado para volver a leer algunas novelas que había ya leído hace algunos años atrás y de las cuales me había quedado un grato recuerdo.
Una de ellas es Arlequín del escritor australiano Morris West, el autor de la famosa novela El Abogado del Diablo, que tal vez en otra oportunidad vuelva a releer y comentarles, La Salamandra y muchas otras más que se han transformado en verdaderos best-sellers mundiales.
Como no podia encontrar la novela en mi desordenada biblioteca opte por comprarla vía internet en formato ebook a un precio más que accesible, que si bien no nos da el placer del libro entre manos, podemos, a través de un tablet -en mi caso un viejo, pero resistente y noble iPad- nos permite acceder siempre a la lectura de un libro en forma inmediata en primer lugar, y a un precio tan accesible que necesitaría, en mi caso, varios ebooks para igualar el precio de un normal libro en edicion económica. No hablemos de los encuadernados que tan bien adornan nuestras bibliotecas.
Hechas estas aclaraciones vamos a la reseña del libro.
Toda la trama de la novela, del inicio al fin, es relatado es primera persona por el principal amigo de Georges Harlequin -banquero suizo propietaria del banco de negocios homónimo que le dejara en herencia su padre- procurador y legal administrador de la misma, Paul Desmond. Es tan grande la amistad entre ambos que, incluso, Harlequin le ha dado el nombre de su amigo a su hijo que de esta manera se llama Paul Harlequin. Y de paso Desmond es su padrino.
Sin embargo esta amistad, que se entrelaza con pasiones personales y encontradas (Desmond ha estado siempre enamorado de Juliette la esposa de Harlequin y a su vez la secretaria de éste, Suzanne está perdidamente enamorada de su jefe y termina siendo la amante de Desmond)
Todo se desarrolla en un ambiente muy tranquilo, sin violencia ni falsas actitudes. Desmond se ha salvado de la quiebra gracias a la ayuda económica de Harlequin y desde ese momento le guarda un eterno reconocimiento. Harlequin, por su parte, reconociendo sus innegables capacidades directivas lo ha puesto a la cabeza de su grupo financiero.
Es un legal-thriller -como diría John Grisham- ambientado en los años setenta y ahí está la primera novedad. Cuando los computadores recién estaban haciendo su incursión en el mercado de las grandes empresas se desata, de improviso, un verdadero escándalo de espionaje industrial. Y en esto Morris West en un verdadero maestro.
Basil Yanko que ha formado un enorme conglomerado informático (todos lo reconocen como un verdadero genio en el sector) brinda su asistencia a gobiernos, empresas y bancos, entre ellos al grupo Harlequin. Y cuando planea adueñarse de una empresa sabotea los códigos informáticos que él mismo ha creado para convencer a esa empresa que uno de sus directivos la está robando y que se vislumbran en el horizonte una avalancha de juicios y consecuencias civiles, comerciales y penales desastrosas. La única solución es vender, el precio es justo y el momento óptimo. El comprador? Obviamente la Creative Systems Incorporated de Basil Yanko.
Con la mirada actual en una economía moderna en la cual todos somos "pequeños economistas", con conocimientos financieros que a veces no van más alla de las informaciones que leemos en los mass media y redes sociales, el tema en sí mismo parece superado.
Hasta no hace muchos años atrás -digamos inicios de esta última década- era una práctica acostumbrado que Google -por ejemplo- para eliminar a sus competidores primero los adquiría y luego cerraba esos sitios o plataformas. Lo ha hecho en muchos casos hasta quedar (casi) con el monopolio de un mercado en el cual la palabra "googlear" por poco no ha sido incorporada a los diccionarios oficiales.
Sin embargo esta trama escrita y ambientada en los años setenta (la novela fue escrita en el año 1974) casi a medio siglo de nuestros días no deja por eso de ser actual y atrapante. Porque aún hoy en muchos casos se actúa de la misma manera.
Harlequin que hace honor a su nombre ya uno de sus antepasados era arlequín de profes ion tiene un carácter amable, es sumamente erudito, su matrimonio con una hermosa mujer no presenta fisuras sentimentales y los negocios -hasta el momento- marchan viento en popa.
El arlequín (hay un personaje en el Carnaval de Venecia que siempre lleva puesta esa máscara, uno de los más conocidos y queridos) era un personaje muy popular en la Edad Media, especialmente en Italia. Su traje era multicolor y romboidal y tenía muchos atributos, pero entre todos ellos era un saltarín excepcional. Pero lo que llamaba la atención además era la versatilidad del personaje: pícaro, austero, erudito, grosero, la síntesis del colorido de su traje en realidad está señalado por la pobreza, ya que los rombos no son otra cosa -en su version original- que remiendos.
La versatilidad para adaptarse a las diversas circunstancias y esa especie de transformación camaleónica a las mismas definía un poco el carácter de Georges Harlequin. Solo que él había eliminado los aspectos desagradables del personaje medieval para rescatar los valores más puros del mismo.
Paul Desmond, como el mismo se define, era todo lo contrario. Aburrido, sin una presencia física agradable, un matrimonio desastroso varios años atrás que termino con el inevitable divorcio y una tendencia a no mantener la calma cada vez más frecuente. No obstante sus defectos es un amigo leal e incondicional de Harlequin.
Cuando ambos descubren que es todo un fraude, orquestado y llevado adelante por Yanko con directivos corruptos que han sido muy bien pagados le quedan pocos caminos por delante a Harlequin, el más sabio y prudente sería vender.
Sin embargo, en una persona como el que ha tenido siempre todo al alcance de la mano, se va desarrollando poco a poco una especie de metamorfosis. El hombre amable y cordial se transforma en taciturno, de educado y cordial con sus colaboradores pasa ser brusco y autoritario y va erigiendo alrededor suyo una especie de muro que ninguno logra ultrapasar.
Cuando se da cuenta de que el único modo de combatir a Yanko es con sus propias armas, no duda un instante en hacerlo y contacta a través de su amigo aleman Karl Kruger banquero como él y con más años de experiencia en el mercado, un sicario, o como lo llama el mismo Kruger un "profesional del terror". Capaz de matar, chantajear, sobornar, secuestrar a cualquier persona, pero también capaz de neutralizar atentados, proteger la vida de ciudadanos eminentes, etc. Todo es cuestión de pagar. Y el precio es alto.
Se llama Aaron Silberstein, es hebreo, y vive en Nueva York administrando un simple negocio de flores en una de las principales avenidas de la ciudad estadounidense. Llegar a él es complicado, las medidas de seguridad son extremas, pero al final Desmond que decide "ensuciarse las manos" para evitar esta acción desagradable a su jefe logra contactarlo y a partir de ese momento comienza a vislumbrar un mundo tenebroso que nunca se hubiera imaginado en las altas finanzas internacionales.
Testigos asesinados y/o secuestrados pasan a ser una constante. Ellos mismos saben que están bajo el ojo del ciclón al declarar al denunciar públicamente a Yanko de sus actividades criminales. El valor de las acciones de ambas empresas comienza a caer y los mercados están sumamente inestables. Incluso el fraude perpetrado es de 15 millones de dólares y según las pruebas que presentan los analistas de la Creative Systems Incorporated en su calidad de consultores externos demuestran que ese dinero ha ido a parar a una cuenta personal de Harlequin. Obviamente son pruebas falsas, trucadas, pero avaladas por documentos falsificados a la perfección.
Cuando la situación se hace insostenible son raptados el hijo y la gobernante que se encontraban en Suiza no obstante tuvieran custodia policial por un grupo terrorista presumiblemente de origen palestino y japonés. Ambos son dejados en libertad después de pagar un rescate de 2 millones de dólares y haberse ofrecido el mismo Harlequin a substituir en carácter de secuestrados al ama de llaves y a su hijo.
Luego de permanecer 48 horas con sus secuestradores y pagado el rescate Harlequin es dejado en libertad, pero se niega a declarar si llego a algún acuerdo con sus secuestradores para evitar represalias futuras.
Trae a su hijo a los EE. UU. donde está negociando el "affaire Yanko" y en una breve visita a México para descansar y descomprimir la tensión su mujer en asesinada por un sicario llamado Tony Tesoriero. Este luego logra ser identificado por Aaron Silberstein, raptado, drogado, hecha firmar una declaración donde afirma que recibía órdenes de Yanko, y -al-final- eliminado con una inyección letal.
Un mundo brutal y despiadado al cual el gentil hombre que era Harlequin parece adaptarse cada vez con más facilidad. Y que su amigo Paul Desmond rechaza con todas sus fuerzas por una simple cuestión de principios, por más que él también desearía llevar a cabo un acto de venganza y eliminar a Yanko.
A este punto y cuando la amistad parece romperse Harlequin habla con Desmond, le explica los motivos por los que actúa de esta manera, el dolor por la muerte de su esposa, los secuestradores que mantenían a su hijo colgado por el aire desde una ventana del quinto piso en Ginebra y lo libera de todos sus encargos.
Le pide que presente la renuncia, lo indemniza y sigue su guerra privada contra Yanko, quien al ver que no puede adquirir la Harlequin et Cie y los daños a su patrimonio y consecuencias penales pueden ser graves, decide interrumpir las tratativas y llegar a un acuerdo.
El acuerdo prevé anular el tentativo de adquisición e indemnizar a la Harlequin por todos los daños sufrido, en total 25 millones de dólares, casi el doble de la estafa inicial denunciada.
Luego de firmar el acuerdo el fotógrafo (que es una persona de Aaron Silberstein) les dice a todos de quedarse quietos porque la cámara fotográfica en realidad es un arma disfrazada que dispara proyectiles recubiertos de cianuro. Anuncia que el cocktail que apenas había tomado Yanko ha sido envenenado y dentro de pocos minutos hará efectos. La única posibilidad para Yanko es firmar una declaración donde acepta ser responsable del asesinato de su primera mujer, de la consultora que había escrito el informe -en realidad era una agente de Silberstein-, de la mujer de Georges Harlequin y otros crímenes más.
Yanko se niega al inicio, pero luego viendo los efectos que le comenzaba a producir el cocktail se asusta y firma la confesión pidiendo le sea suministrado el anti. En ese momento cae inerte su cabeza sobre el escritorio.
Todos se dan cuenta de que ha sido Harlequin al tramar el supuesto asesinato y lo acusan airadamente. Sin embargo este sonriendo los tranquiliza diciendo que en realidad Yanko se reprenderá después de un largo sueño y el único recuerdo será un gran dolor de cabeza.
Y que actuando, como lo hacía su antepasado, como verdadero arlequín estaba mostrando una cosa que, en realidad, era otra.
Yanko seguiría vivo, pero nunca volvería a ser el mismo por más que esa confesión pudiera ser cuestionada por cualquier abogado en una sede judicial. Lo importante había sido la humillación que Yanko había sufrido delante de las mismas personas que hasta hacía pocas horas antes le rendían honor y pleitesía.
La novela termina cuando todos se reúnen a celebrar el final de la pesadilla en una hostería propiedad de un viejo amigo de Paul Desmond, el mexicano Javier Mendoza, amante del buen vino y las mujeres.
Cuando se están por despedir Harlequin le entrega a Desmond un sobre cerrado a modo de regalo. Cuando este, contrariado y disgustado lo abre pensando en un cheque a modo compensatorio, se da cuenta de que contiene solo una gran cantidad de trozos de papel. Cuando termina de armar el rompecabezas se da cuenta de que es la confesión de Basil Yanko.
Forma una pequeña pirámide con la confesión hecha pedazos por Harlequin y le da fuego y todos observan divertidos mientras el fuego devora la única prueba contra Yanko. Claro, el famoso e inescrupuloso banquero, no lo sabe y ahí está el verdadero secreto.
Un thriller de otros tiempos, con el ritmo justo sin ser excesivo. Con muertos como cualquiera buena novela policial puede pretender, pero sin la presencia constante de la sangre que parece gotear de las propias páginas como en tantos libros.
Con el mínimo de sexo que puede existir en una relacion a veces compleja entre hombres, mujeres y negocios. Pero sin abundar en detalles escabrosos sobre escenas sexuales.
La lectura es más que agradable y solo el sueño nos puede inducir a abandonar transitoriamente la misma.
Pero lo más curioso y destacado de la novela es lo premonitorio de la misma a medio siglo de distancia.
Quizás Morris West en los umbrales de su propia muerte en los últimos estertores del viejo milenio (falleció en 1999) haya podido ver actuados en la realidad financiera mundial que ya comenzaba a ser cada vez más compleja e intrincada, muchos de los aspectos descritos en este libro.
Como Julio Verne, Come Georges Orwell creo que también West fue un precursor no solo en su estilo sino también en sus ideas.
In recent times I have taken the opportunity to reread some novels that I had already read some years ago and of which I had a pleasant memory.
One of them is Harlequin by the Australian writer Morris West, the author of the famous novel The Devil's Advocate, that maybe in another opportunity I will reread and comment on, The Salamander and many others that have become true worldwide best-sellers.
As I could not find the novel in my messy library, I opted to buy it via internet in ebook format at a more than affordable price, which although it does not give us the pleasure of the book in our hands, we can, through a tablet - in my case an old, but resistant and noble iPad - allows us to always access the reading of a book immediately in the first place, and at such an affordable price that I would need, in my case, several ebooks to match the price of a normal book in economic edition. Let's not talk about the bound books that adorn our libraries so well.
Having made these clarifications, let's go to the book review.
The entire plot of the novel, from beginning to end, is narrated in the first person by the main friend of Georges Harlequin - Swiss banker and owner of the business bank of the same name left to him by his father - solicitor and legal administrator of the same, Paul Desmond. The friendship between the two is so great that Harlequin has even given the name of his friend to his son, who is thus named Paul Harlequin. And incidentally, Desmond is his godfather.
However this friendship, which is intertwined with personal and conflicting passions (Desmond has always been in love with Juliette, Harlequin's wife and Harlequin's secretary, Suzanne is madly in love with her boss and ends up being Desmond's mistress).
Everything takes place in a very calm atmosphere, without violence or false attitudes. Desmond has been saved from bankruptcy thanks to Harlequin's financial help and from that moment on he is eternally grateful to him. Harlequin, for its part, recognizing his undeniable managerial abilities, has put him at the head of its financial group.
It is a legal-thriller -as John Grisham would say- set in the seventies and therein lies the first novelty. When computers were just making their incursion into the market of large companies, a real industrial espionage scandal is suddenly unleashed. And in this Morris West is a true master.
Basil Yanko, who has built up a huge computer conglomerate (everyone recognizes him as a true genius in the sector), provides assistance to governments, companies and banks, including the Harlequin group. And when he plans to take over a company, he sabotages the computer codes he has created to convince the company that one of its executives is stealing from it and that an avalanche of lawsuits and disastrous civil, commercial and criminal consequences are on the horizon. The only solution is to sell, the price is right and the timing is optimal. The buyer? Obviously Basil Yanko's Creative Systems Incorporated.
With the current look at a modern economy in which we are all "little economists", with financial knowledge that sometimes does not go beyond the information we read in the mass media and social networks, the issue itself seems outdated.
Until not many years ago -let's say the beginning of this last decade- it was a customary practice for Google -for example- to eliminate its competitors by first acquiring them and then closing those sites or platforms. It has done so in many cases until it has (almost) a monopoly of a market in which the word "google" has almost not been incorporated into the official dictionaries.
However, this plot written and set in the seventies (the novel was written in 1974), almost half a century from today, does not cease to be current and compelling. Because even today, in many cases, people still act in the same way.
Harlequin, who lives up to his name because one of his ancestors was a Harlequin by profession, has a kind character, is extremely erudite, his marriage to a beautiful woman is not sentimentally flawless and business - so far - is going well.
The harlequin (there is a character in the Carnival of Venice who always wears this mask, one of the best known and loved) was a very popular character in the Middle Ages, especially in Italy. His costume was multicolored and rhomboidal and he had many attributes, but among all of them he was an exceptional jumper. But what was also striking was the versatility of the character: mischievous, austere, erudite, rude, the colorful synthesis of his costume is actually marked by poverty, since the rhombuses are nothing more - in their original version - than patches.
The versatility to adapt to different circumstances and this kind of chameleon-like transformation to them defined a bit the character of Georges Harlequin. Only that he had eliminated the unpleasant aspects of the medieval character to rescue the purest values of the same.
Paul Desmond, as he defined himself, was the opposite. Dull, without a pleasant physical presence, a disastrous marriage several years ago that ended with the inevitable divorce and a tendency to not keep his cool more and more frequent. Despite his flaws, he is a loyal and unconditional friend to Harlequin.
When they both discover that it is all a fraud, orchestrated and carried out by Yanko with corrupt managers who have been very well paid, there are few roads ahead for Harlequin, the wisest and most prudent would be to sell.
However, in a person like the one who has always had everything at his fingertips, a kind of metamorphosis develops little by little. The kind and cordial man becomes taciturn, from being polite and cordial with his collaborators he becomes brusque and authoritarian, and a kind of wall is erected around him that no one is able to overcome.
When he realizes that the only way to fight Yanko is with his own weapons, he does not hesitate a moment to do it and contacts through his German friend Karl Kruger, a banker like him and with more years of experience in the market, a hitman, or as Kruger himself calls him, a "professional of terror". Capable of killing, blackmailing, bribing, kidnapping anyone, but also capable of neutralizing attacks, protecting the lives of eminent citizens, etc. It's all a matter of paying. And the price is high.
His name is Aaron Silberstein, he is Hebrew, and he lives in New York managing a simple flower store in one of the main avenues of the American city. Reaching him is complicated, the security measures are extreme, but in the end Desmond, who decides to "get his hands dirty" to avoid this unpleasant action to his boss, manages to contact him and from that moment on he begins to glimpse a dark world that he would never have imagined in the high international finance.
Witnesses murdered and/or kidnapped become a constant. They themselves know that they are under the eye of the cyclone by publicly denouncing Yanko for his criminal activities. The value of the shares of both companies begins to fall and the markets are extremely unstable. Even the fraud perpetrated is 15 million dollars and according to the evidence presented by the analysts of Creative Systems Incorporated in their capacity as external consultants, they show that this money has gone to a personal account of Harlequin. This is obviously false evidence, truncated, but backed up by documents that are forged to perfection.
When the situation became untenable, the son and the ruler, who were in Switzerland despite being in police custody, were kidnapped by a terrorist group, presumably of Palestinian and Japanese origin. Both were released after paying a ransom of 2 million dollars and Harlequin himself offered to replace the housekeeper and her son as hostages.
After staying 48 hours with his kidnappers and paying the ransom, Harlequin is released, but refuses to declare if he has reached any agreement with his kidnappers to avoid future reprisals.
He brings his son to the U.S. where he is negotiating the "Yanko affair" and on a brief visit to Mexico to rest and decompress the tension his wife is murdered by a hitman named Tony Tesoriero. He is then identified by Aaron Silberstein, kidnapped, drugged, made to sign a statement saying he was taking orders from Yanko, and - in the end - eliminated by lethal injection.
A brutal and ruthless world to which the gentle man who was Harlequin seems to adapt more and more easily. And that his friend Paul Desmond rejects with all his strength for a simple matter of principle, even though he would also like to carry out an act of revenge and eliminate Yanko.
At this point and when the friendship seems to break down Harlequin talks to Desmond, explains to him the reasons why he acts in this way, the pain for the death of his wife, the kidnappers who kept his son hanging in the air from a fifth floor window in Geneva and frees him from all his assignments.
He asks him to resign, indemnifies him and continues his private war against Yanko, who, seeing that he cannot acquire Harlequin et Cie and that the damage to his patrimony and the criminal consequences could be serious, decides to interrupt the negotiations and reach an agreement.
The agreement provided for the cancellation of the acquisition attempt and indemnification of Harlequin for all the damages suffered, a total of 25 million dollars, almost double the amount of the initial swindle reported.
After signing the agreement, the photographer (who is an Aaron Silberstein person) tells everyone to keep quiet because the camera is actually a disguised weapon that fires cyanide-coated projectiles. He announces that the cocktail Yanko had just drunk has been poisoned and in a few minutes will take effect. Yanko's only chance is to sign a statement in which he accepts responsibility for the murder of his first wife, the consultant who had written the report - in reality she was Silberstein's agent -, Georges Harlequin's wife and other crimes.
Yanko refuses at first, but then, seeing the effects that the cocktail was beginning to produce in him, he gets scared and signs the confession asking for the antidote to be given to him. At that moment his head falls limp on the desk.
Everyone realizes that it was Harlequin who plotted the supposed murder and angrily accuses him. However, he smilingly reassures them that in reality Yanko will reprimand himself after a long sleep and the only memory will be a big headache.
And that by acting, as his ancestor did, as a true harlequin he was showing one thing that, in reality, was another.
Yanko would still be alive, but he would never be the same, no matter how much that confession could be questioned by any lawyer in a court of law. The important thing had been the humiliation Yanko had suffered in front of the same people who until a few hours before had paid honor and homage to him.
The novel ends when everyone gathers to celebrate the end of the nightmare in an inn owned by an old friend of Paul Desmond's, the Mexican Javier Mendoza, a lover of good wine and women.
When they are about to say goodbye, Harlequin gives Desmond a sealed envelope as a gift. When Desmond, upset and displeased, opens the envelope thinking it was a check as compensation, he realizes that it contains only a large number of pieces of paper. When he finishes putting the puzzle together, he realizes that it is Basil Yanko's confession.
He forms a small pyramid with Harlequin's shattered confession and sets fire to it, and everyone watches in amusement as the fire devours the only evidence against Yanko. Of course, the famous and unscrupulous banker doesn't know it and therein lies the real secret.
A thriller of other times, with just the right pace without being excessive. With dead people as any good detective novel can pretend, but without the constant presence of blood that seems to drip from the pages as in so many books.
With the minimum of sex that can exist in a sometimes complex relationship between men, women and business. But without abounding in lurid details about sexual scenes.
The reading is more than pleasant and only sleep can induce us to abandon it temporarily.
But the most curious and outstanding thing about the novel is how premonitory it is half a century later.
Perhaps Morris West, on the threshold of his own death in the last throes of the old millennium (he died in 1999), could have seen many of the aspects described in this book being acted out in the world financial reality, which was already beginning to become increasingly complex and intricate.
Like Jules Verne, Come Georges Orwell I believe that West was also a precursor not only in his style but also in his ideas.
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