Desafiando al Destino

in Humanitas14 days ago


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La Felicidad como Brújula en la Búsqueda del Propósito

¡Ay, el futuro! Esa palabra que a veces me da escalofríos, ¿verdad? Pensar en lo que quiero lograr, a dónde quiero llegar… ¡uf! Y si a eso le sumamos la presión social de encontrar “el propósito de mi vida”, la cosa se pone aún más intensa. Me imagino que no soy la única que se siente así.

Y es que, seamos sinceros, ¿quién no se ha preguntado alguna vez cuál es su propósito en este mundo? Es una pregunta que nos persigue desde pequeños, como si tuviéramos que nacer con un manual de instrucciones bajo el brazo, listo para ser consultado en cualquier momento de crisis existencial. Pero, ¿qué pasa si les digo que tal vez no hay una única respuesta, grabada en piedra desde el principio de los tiempos?


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Últimamente he estado reflexionando mucho sobre esto, dándole vueltas al asunto una y otra vez, y he llegado a una conclusión que me ha traído mucha paz: más allá de encontrar un propósito grandioso y trascendental, digno de un libro de autoayuda, lo más importante, lo verdaderamente crucial, es ser feliz. Sí, así de simple (y a la vez, tan complejo como la vida misma). Porque, ¿de qué sirve tener metas increíbles, proyectos ambiciosos y sueños deslumbrantes si no disfrutamos el camino para alcanzarlos?

Piénsenlo por un momento con detenimiento: la felicidad es como esa gasolina súper que necesitamos para seguir adelante, para perseguir nuestros sueños con energía desbordante y entusiasmo. Es la chispa que nos impulsa a levantarnos cada mañana con una sonrisa genuina y a enfrentar los desafíos que se nos presentan con la mejor actitud posible, incluso cuando las cosas se ponen difíciles o como diría un sacerdote que conozco “mantequilla”.

Ahora bien, aquí viene la gran pregunta del millón: ¿existe una fórmula mágica infalible para alcanzar la felicidad plena? ¡Ojalá existiera! Sería maravilloso tener un manual de instrucciones, un libro sagrado o una app milagrosa que nos dijera exactamente qué hacer en cada momento. Pero, lamentablemente, la realidad es que no existe tal cosa. Sin embargo, lo que sí podemos hacer, y debemos hacer, es abrir bien los ojos y darnos cuenta de todas las bendiciones, grandes y pequeñas, que nos rodean a diario.

A veces, y me incluyo, nos enfocamos tanto, pero tanto, en lo que nos falta, en lo que deseamos tener, en lo que creemos que necesitamos para ser felices, que nos olvidamos por completo de agradecer y valorar lo que ya tenemos en nuestras vidas. Nos quejamos amargamente por no tener el último modelo de celular, el carro del año o la casa de nuestros sueños, pero ¿nos detenemos un segundo a agradecer por tener un techo sobre nuestras cabezas, comida caliente en la mesa, una familia que nos ama y, sobre todo, salud para disfrutar de la vida? Creo que ahí reside una de las claves más importantes para alcanzar la tan anhelada felicidad.

He aprendido, a base de tropezones y caídas, que la vida cambia radicalmente, da un giro completamente, cuando te das cuenta, de verdad, de lo afortunada que eres. Hay personas en este mundo que luchan día a día, con uñas y dientes, para tener lo que tú tienes, para comer lo que tú comes, para tener la salud que tú tienes. Y eso, amigos míos, es un privilegio inmenso, un regalo invaluable que debemos valorar y agradecer enormemente.

Entiendo perfectamente que como seres humanos somos seres en constante evolución, en movimiento, y que es fundamental trazarnos metas y objetivos que nos motiven a crecer y a superarnos. Pero, me pregunto yo, ¿qué sentido tienen esas metas grandiosas, esos proyectos ambiciosos, si no disfrutamos el proceso, el camino que recorremos para alcanzarlos? ¿Qué sentido tiene llegar a la cima de la montaña si no disfrutamos del impresionante paisaje durante la escalada, si no respiramos el aire fresco y puro, si no sentimos el sol en nuestra piel?

Las cosas importantes, las que realmente valen la pena, no suceden de la noche a la mañana. Si así fuera, si todo fuera tan fácil, la vida sería terriblemente aburrida y carecería de sentido. La vida se trata, precisamente, de disfrutar el camino, de aprender de cada experiencia, tanto de las buenas como de las malas.

Imagínense, por un momento, la tortura que sería vivir ancladas a la tristeza profunda, a la frustración constante, por no lograr aquello que tanto anhelamos. ¡Qué horror! Sería una vida gris, opaca, llena de amargura y resentimiento. En cambio, si decidimos vivir el proceso con alegría, con entusiasmo contagioso, con la firme convicción de que estamos aprendiendo, creciendo y evolucionando en cada paso que damos, todo, absolutamente todo, cambia.

Así que, mi consejo más sincero, mi humilde recomendación para ti (y también para mí misma, porque este aprendizaje es un recordatorio constante), es que dejemos de obsesionarnos con la idea de encontrar “el propósito de nuestra vida”, hagámoslo pero empecemos a enfocarnos, con todas nuestras fuerzas, en ser felices en el presente, en el aquí y ahora. Disfrutemos cada pequeño momento, cada instante fugaz, agradezcamos profundamente lo que ya tenemos en nuestras vidas y persigamos nuestros sueños con pasión desbordante, con alegría en el corazón y con la certeza de que estamos construyendo una vida plena y significativa, mucho más allá de un simple propósito.

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