Soy católica hasta la médula, y si hay algo en lo que el horóscopo acierta conmigo es en mi pasión por los viajes. ¡Me encanta la carretera, que me lleva a un lugar nuevo! Para mí, viajar es como abrir un libro gigante de la vida real, lleno de paisajes impresionantes y personajes fascinantes esperando ser descubiertos. Y no solo eso, ¡viajar nos ayuda a entender tantas cosas! Pero, sobre todo, creo que la clave está en viajar con el corazón abierto, dispuestas a recibir todo lo que el destino nos tiene preparado: nuevas culturas, creencias, sabores… siempre desde el respeto, claro está.
Desde que tengo memoria, me ha fascinado la idea de explorar lo desconocido. Creo que todos nacemos con una chispa de curiosidad, pero a veces la rutina la va apagando. Viajar es como echarle gasolina a esa chispa. De repente, te encuentras preguntándote cosas que nunca antes te habías planteado: ¿Cómo viven estas personas? ¿Qué comen? ¿Qué piensan? Y esa curiosidad te lleva a descubrir un mundo nuevo, tanto fuera como dentro de ti.
Cuando viajas, te das cuenta de lo pequeño que eres en el inmenso universo. Ves paisajes que te dejan sin aliento, culturas milenarias que te hacen reflexionar sobre el tiempo y la historia, y conoces personas con vidas tan diferentes a la tuya que te abren los ojos a otras realidades. Esa sensación de pequeñez, lejos de ser negativa, te llena de humildad y te ayuda a relativizar tus problemas.
Vivimos en burbujas. Burbujas sociales, culturales, económicas… burbujas que nos limitan y nos impiden ver el mundo en toda su diversidad. Viajar es como pinchar esas burbujas. Te expones a otras formas de vida, a otras maneras de pensar, a otras costumbres, y eso te enriquece de una manera que no te imaginas.
Los viajes nunca salen perfectos… Pero, ¿sabes qué? ¡Eso es parte de la aventura! Aprender a adaptarse a las circunstancias, a improvisar, a resolver problemas con lo que tienes a mano, y sobre todo, a reírte de ti misma cuando las cosas no salen como esperabas, es una lección invaluable que te llevas de cada viaje.
Cada viaje es una oportunidad de crecimiento personal. Te enfrentas a nuevos retos, superas tus miedos, aprendes a confiar en ti misma, te vuelves más independiente y segura. En cada viaje, vuelves a casa siendo una versión mejorada de ti misma.
Los viajes no se miden en kilómetros recorridos, sino en recuerdos vividos. Esas pequeñas anécdotas, esos momentos especiales, esas risas compartidas… son los tesoros que te llevas en el corazón y que te acompañarán para siempre.
A veces, necesitamos salir de nuestra zona de confort para darnos cuenta de lo afortunados que somos. Viajar te abre los ojos a otras realidades, a veces duras, y te ayuda a valorar lo que tienes en casa: tu familia, tus amigos, tu techo, tu comida…
Viajar no solo nutre el cuerpo y la mente, sino también el alma. La belleza de un paisaje, la magia de un atardecer, la energía de un lugar sagrado… son experiencias que te conectan con algo más grande que tú misma y te llenan de paz y serenidad.
Después de cada viaje, vuelvo a casa con una nueva perspectiva. Veo mi vida con otros ojos, valoro las pequeñas cosas, me siento más agradecida y con más ganas de comerme el mundo. Y eso, amigos, no tiene precio. Además, ¡tengo una lista de sueños que no para de crecer! En ella están la Gran Sabana, el majestuoso Salto Ángel, los llanos venezolanos para montar a caballo (¡qué emoción!), y por supuesto, ¡una buena parrilla en Barinas! Jaja, ¡sueños locos, pero sueños al fin!
Posted Using INLEO