¡Qué fácil es decirlo! "Cuida tu salud mental", nos repiten. Pero, ¿cómo se hace eso realmente? Vivimos en un mundo donde la salud mental sigue siendo un tema tabú, lleno de estigmas. Las novelas y las películas nos han vendido una imagen distorsionada: el que va al psicólogo está "loco". Y si un amigo decide buscar ayuda, enseguida lo etiquetamos como alguien con "problemas". ¡Pero no! La salud mental es tan importante como la física, y no es un juego.
Somos seres humanos viviendo en un mundo complejo, lleno de pruebas diarias. Algunas de estas pruebas son como fuego, ¡y vaya que queman! La vida nos pone a prueba constantemente, y a veces esas pruebas son demasiado intensas.
Cuando hablamos de vivir, también tenemos que hablar de sentimientos. ¿Cómo nos afectan las cosas que nos pasan? Accidentes, muertes, pérdidas... o incluso una mala pasada de nuestra propia mente puede destruir nuestro bienestar mental de un momento a otro.
La ansiedad y la depresión son dos enfermedades que no se pueden tomar a la ligera. No podemos creer que solos vamos a salir adelante. ¡Claro que somos fuertes!, pero a veces necesitamos una mano. Lo mejor es hablar con alguien de confianza y pedir ayuda. Y dentro de esa ayuda, buscar un profesional de la salud mental, un psicólogo, que nos dé las herramientas para comenzar ese proceso de sanación que tanto necesitamos.
En mi caso, siempre me he considerado una persona sana y feliz. A mis treinta y tantos, mi cuerpo ha sentido el peso de algunas cosas, pero me considero afortunada por tener buena salud en general. Sin embargo, he experimentado pequeños ataques de ansiedad.
Creo que, a medida que crecemos, nos damos más cuenta de las complicaciones de la vida, de las responsabilidades que tenemos. Soy una persona extremadamente cumplida y, aunque suene a cliché, perfeccionista. Y ojo, sé que solo Dios es perfecto, pero siempre quiero apuntar a la excelencia, hacer todo lo mejor posible para que el resultado sea óptimo.
Pero muchas veces, en ese afán de alcanzar mis objetivos, me descolocan situaciones que, desafortunadamente, no puedo controlar. Y ahí es donde empieza la lucha interna. Me frustro, me preocupo, me agobio. Y es que aprender a aceptar que hay cosas que escapan a mi control es un proceso que estoy viviendo paso a paso.
Esas situaciones incontrolables pueden generar mucha ansiedad. Sientes que el corazón te late rápido, te falta el aire, te sudan las manos. Es una sensación horrible. Y cuando se repite, te das cuenta de que necesitas hacer algo al respecto.
Entender que buscar ayuda no es sinónimo de debilidad, sino de valentía, es fundamental. Reconocer que necesitamos apoyo para gestionar nuestras emociones y superar momentos difíciles es un acto de amor propio.
Y es que la salud mental es un camino, no una meta. Es un proceso continuo de aprendizaje, de autoconocimiento y de cuidado. No se trata de estar feliz las 24 horas del día, los 7 días de la semana, sino de aprender a gestionar nuestras emociones, tanto las positivas como las negativas, de una manera saludable.
Así que, si te has sentido identificado con algo de esto que te he contado, te invito a que te tomes un momento para pensar en tu propio bienestar mental. No se trata de tener todas las respuestas ni de ser perfecto/a (¡ya vimos que eso no existe!), sino de ser amable contigo mismo/a y de reconocer que a veces necesitamos un empujoncito. No tengas miedo de buscar apoyo, ya sea hablando con un amigo, un familiar, o buscando la ayuda de un profesional. Recuerda que pedir ayuda no es señal de debilidad, sino de inteligencia emocional… ¡y de ganas de vivir mejor!
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