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Portada editada con Canva Pro
Una crítica filosófica a la obsesión moderna por el 'yo'
Hola a todos, bienvenidos a mi blog, un espacio que con el que pretendo invitar a la reflexión. Hoy quiero abordar un tema como respuesta a la iniciativa sugerida hace unos días. Aunque parece estar en boca de todos, creo que rara vez se analiza a modo de una aproximación filosófica, se trata del amor propio. En un mundo donde las redes sociales y la cultura del "self-care" nos bombardean constantemente con mensajes sobre la importancia de querernos a nosotros mismos, me he preguntado un par de veces: ¿realmente el amor propio es la solución a todos nuestros problemas? Me parece urgente cuestionar y repensar esta narrativa y explorar las posibles implicaciones.
Pienso que el amor propio se ha convertido en una especie de mantra moderno. Libros, influencers y gurús del desarrollo personal repiten de manera constante que, si nos amamos lo suficiente, todo lo demás llegará por añadidura. Pero, ¿realmente qué hay detrás de esta idea? ¿Es realmente el amor propio la clave para una vida plena, o estamos ante una simplificación peligrosa de problemas mucho más complejos?
Por lo que en este artículo, quiero invitarte a reflexionar conmigo, pretendo ser lo más críticamente posible sobre esta idea, intentar además desmontar algunas falacias y explorar qué significa realmente amarse a uno mismo en un mundo de profundas contradicciones.
Hechemos un vistazo recurriendo a los antiguos ya que esto del amor propio no es un invento moderno. Filósofos como Aristóteles ya hablaban de la importancia de la autoestima que para Aristóteles es el orgullo y el equilibrio emocional. Sin embargo, lo que hoy entendemos por amor propio dista mucho de aquella visión. Pero, en la actualidad, el amor propio se ha convertido en una especie de producto de consumo, empaquetado en frases motivacionales y rituales de autocuidado que, en muchos casos por no decir todos, no hacen más que reforzar el individualismo y la desconexión con los demás, o por lo menos eso es lo que me hace pensar.
Pienso que una de las grandes falacias del amor propio en esta epoca moderna es su promesa de ser la solución universal, una especie de panacea: ¿Problemas en tu relación de pareja? Ámate más. ¿Inseguridades en el trabajo? Ámate más. ¿Crisis existencial? Ámate más. Este enfoque no solo es reduccionista, sino que también es algo contraproducente. El amor propio no es una varita mágica que resuelve conflictos internos o externos. De hecho, cuando lo convertimos en una obligación, corremos el riesgo de caer en una espiral de autoexigencia y frustración.
Desde una perspectiva filosófica, el amor propio no puede entenderse de manera aislada. Somos seres sociales, y nuestra identidad se construye en relación con los demás. Aunque Jean-Paul Sartre decía: "el infierno son los otros", pero también son los otros quienes nos permiten reconocernos a nosotros mismos, por lo que el amor propio, no puede ser un acto egoísta o egocéntrico; debe ir acompañado de una reflexión profunda sobre cómo nos relacionamos con el mundo y con los demás, como decía Heidegger, somos seres en el mundo.
Además que el amor propio no es un estado permanente, no es algo acabado o totalmente definido, pienso que es más como un proceso, una lucha constante con nuestras inseguridades, miedos y contradicciones. Ahora bien, pretender que siempre debemos sentirnos bien con nosotros mismos es negar parte de la condición humana, y pienso en una idea escrita por Friedrich Nietzsche, "uno debe tener caos dentro de sí para dar a luz una estrella danzante". Y creo que es el mismo Nietzsche que nos invita precisamente a la aceptación de nuestras sombras es tan importante como la celebración de nuestras luces.
El amor propio no es ninguna panacea que nos venden. Ciertamente es una parte importante de desarrollo de toda persona, pero no puede ser el único pilar sobre el que construyamos nuestra felicidad. Necesitamos una visión más amplia, que incluya la conexión con los demás, la aceptación de la incertidumbre y la capacidad de enfrentar la vida con sus claroscuros.
Honestamente pienso que somos más claroscuros que una fuente radiante luz y esplendor, claro que el amor propio es importante pero está lejos de ser lo único que merezca nuestra atención. Ahora estimado lector, quiero agradecer tu atención, pero también quiero saber ¿Qué piensas sobre el amor propio? ¿Crees que se ha convertido en una especie de placebo emocional? ¿O quizás consideras que es realmente la base para una vida plena? Deja tu comentario y hablemos. Una mirada desde filosofía no es nunca un monólogo, sino un diálogo, si no me crees pregúntale a Platón y tu voz es fundamental para enriquecer esta reflexión.
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Si no nos amamos a nosotros primero, no podremos brindar amor a nadie.