El tema de la libertad es uno de los más fundamentales que puede existir dentro del pensamiento humano, de hecho, la idea base de este post es que la libertad es clave para lograr un auténtico desarrollo y crecimiento personal. No obstante, aquí existe una paradoja interesante y es que todos hablamos de libertad o reclamamos el derecho que tenemos a la misma, pero cuando nos enfrentamos a lo que ella nos exige damos un paso hacia atrás e incluso inconscientemente nos retractamos y preferimos más bien dejarnos llevar y no actuar por nuestra propia cuenta, en efecto, un ser humano libre es precisamente el que ha encontrado la forma de liberarse de cualquier tipo de coacción y actuar acorde a la verdad de su ser, esto es, conforme a su identidad personal.
Además de esto, el aventurarse a la libertad, es decir, atreverse a seguir los procesos de liberación, propios de cada historia, también es muy importante considerar que precisamente cada uno está bajo la responsabilidad de sus actos y es quizá aquí donde está el precio más alto de los mismos. En efecto, es muy fácil decir cosas como : "Soy libre, hago esto aquello" pero si esto que he decidido hacer no conviene, es cuando el ser humano es capaz de señalar responsabilidades donde no la hay, solo por el hecho de no asumir la propia.
La belleza de la libertad está en que el ser humano se experimenta a sí mismo no solo en su potencialidades sino en la capacidad de llevar las mismas hasta los límites que cada uno decida, es aquí donde cada persona toma el timón de su vida y le da el rumbo que la historia se encarga de escribir. Esto sucede tanto para bien como para mal, aplica tanto para los que se deciden a dejar una huella positiva en el mundo construyendo valores y un legado de bien que pasa a la posteridad y la construye, pero también a los que optan por dejar heridas en la sociedad y en las personas, llegando incluso a destruir toda posible esperanzas en la humanidad.
La libertad del ser humano es imperfecta ya que se encuentra condicionada por diversos factores, tanto internos como externos. En efecto, por eso todos hemos experimentado que en nuestra voluntad quisiéramos hacer muchas cosas buenas y con excelencia, pero al final ya sea por desconocimiento, emoción o por sentimientos, ya sea por causas externas que no están en nuestra manos, las cosas no suceden según lo esperado. Entre todas estas cosas una de las que tiene más fuerza es el entorno, pues, aunque ciertamente el mismo no nos determina sí nos empuja en cierta manera y en mayor o menor grado a actuar de cierto modo y/o a asumir determinadas conductas, pensemos por ejemplo, en la religión o el lenguaje que usamos a diario. Hasta qué punto somos libres en este sentido?
Aquí podemos percibir una vez más cómo de verdad la libertad tiene un precio y este es poder entrar dentro de sí mismo y a pesar de todos los condicionantes que uno pueda tener, ser capaz de asumir las acciones a realizar desde la conciencia de que las mismas son acordes aquello que queremos con nosotros mismos, está en armonía a la identidad personal que queremos forjarnos en la vida. La pregunta que siempre queda abierta es si somos capaces de pagar su precio.
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