A finales del año pasado, como proyecto Humanitas, tuvimos nuestra participación en la 3ra Jornada de Filosofía en la UCLA. Personalmente, hice mi aporte con una exposición sobre la última encíclica papal, Dilexit nos, y es lo que me dispongo a compartir en el siguiente post. En este primero, quiero hacer referencia a lo que para mí es el principal aporte filosófico de este documento, y es recuperar o reestablecer al corazón como categoría metafísica, es decir, no verlo solamente como un órgano biológico importante para la vida, sino también como un elemento constitutivo del ser humano en cuanto no simplemente es sede del valor o emoción que nos define como personas, el amor, sino también el centro anímico-espiritual del mismo.
Precisamente así es como comienza la encíclica, recordándonos que el término griego kardia hace referencia no simplemente a un órgano físico, sino a todo el ser humano en general, sobre todo al lugar de donde él toma las decisiones. Aquí hay unas referencias a la Ilíada, pues recordemos que en la antigüedad los mitos y religiones entraban en el discurso filosófico. Luego también hay una referencia a Platón, especialmente en su diálogo del Timeo, donde da al corazón una función sintetizadora, es decir, donde el ser humano unifica gran parte de lo que piensa, de lo que quiere, de lo que padece, para allí tomar una decisión. Finalmente, también hace referencia a la Biblia, puesto que esta misma también subraya que el corazón hace referencia a la intimidad de la persona.
Luego también se nos dice que en el corazón está la verdad de la persona. Aquí recuerdo el término griego de verdad, aletheia, que significa desvelar, quitar el velo; es lo que se quiere decir aquí, pues en el corazón no hay engaños ni secretos, porque nos quitamos las máscaras. Es por ello que en el corazón somos nosotros mismos, es decir, que propicia un encuentro con nuestra misma persona.
Esto nos plantea una lucha existencial contra la mentira, es decir, contra las máscaras existenciales que nos puede mover a tener la sociedad: el consumismo, individualismo, etc. ¿Esto nos define o hay algo más allá? Es por ello interesante que como vía de solución aquí el documento plantea las preguntas filosóficas: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Puesto que al final estas nos abren al sentido de nuestra vida, lo que se decide al interior de nuestra persona y podemos sintetizar en el corazón.
Es por ello que tal vez una de las afirmaciones más contundente del documento es invitarnos a un dominio político del corazón, es decir, que sirva como moderador o guía de nuestros impulsos, de lo que pensamos, lo que queremos, de lo que sentimos e incluso de lo que imaginamos. Ante ciertas propuestas de corrientes o movimientos de nuestra sociedad actual esto adquiere un gran valor, pues, por poner un ejemplo que la encíclica nombra, una sociedad líquida, donde no hay nada absoluto, donde todo se diluye, tener el corazón como guía o moderador nos ayuda a, como dice el autor que propone esta teoría, "surfear las olas de la modernidad".
Luego también es una respuesta ante filosofías muy racionales, muy idealistas, materialistas, donde se le ha dado mucha cabida a la razón, a la voluntad, pero no al corazón como ese centro sintetizador, unificador de la persona. Esto propicia el darle valor a lo que es el lenguaje del corazón, que viene a través del arte, la poesía y sobre todo el encuentro de las personas, con las relaciones interhumanas.
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