Buenos días, amigos. La materia teológica que imparto en el seminario se centra en la exposición de la vida, obras y pensamiento de quienes podemos considerar los primeros teólogos de la historia de la Iglesia. En efecto, aunque en los escritores bíblicos como San Pablo, los evangelistas Mateo, Marcos y otros, e incluso en los profetas del Antiguo Testamento, existe ciertamente una teología, esta no está desarrollada como la entendemos hoy en día. Por eso, estos teólogos, además de los teólogos contemporáneos, podemos decir que explicitan lo que está implícito en las Sagradas Escrituras. Las Escrituras, dentro de nuestra fe, son siempre consideradas el alma de la teología, es decir, el lugar donde, por la revelación divina, se contienen las directrices principales y básicas de nuestra fe. No obstante, esto no contradice el desarrollo histórico del pensamiento de hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, han contribuido a esta comprensión del dato revelado.
Entre estos hombres y mujeres, debemos referirnos a los Padres de la Iglesia, quienes también tienen su propia división. Vale la pena acotar que no solo nos referimos a personas concretas, sino también a escritos que, ubicados en determinadas etapas, aportan a la comprensión de la fe revelada. Así tenemos que, en una primera etapa, la de los Padres Apostólicos, llamados así por su cercanía a los apóstoles y, por tanto, su mayor cercanía a lo que ellos mismos enseñaron, podemos destacar el escrito del Pastor de Hermas, que se ubica entre finales del siglo I hasta el 170 aproximadamente. Es autor anónimo, aunque se presenta en la obra con el nombre de Hermas y, en una de las visiones —ya que es un escrito de género apocalíptico—, aparece un ángel con figura de pastor, de ahí el nombre de la obra. Para entender mejor el mensaje de esta obra teológica de los primeros siglos de la Iglesia, pongámonos en contacto con las características de los escritos de los Padres Apostólicos, pues, aunque sea brevemente, debemos señalar que uno de los puntos fuertes de estos escritos era el desarrollo de la doctrina moral.
Este desarrollo de la moralidad de la fe venía indicado por la posibilidad de tomar dos caminos en la vida: el camino del bien y el camino del mal, el camino de la luz y el camino de las tinieblas, el camino de la virtud o de los vicios. Este era uno de los temas focales o principales de esta época, y se entiende, ya que se quería transmitir que la fe no era un simple dato para ser pensado, sino también para llevarse a la vida. Por eso tenemos normas y reglamentos muy específicos en estos primeros escritos de esta época apostólica.
Dentro de esta doctrina moral, el Pastor de Hermas viene a darnos un complemento que no es accidental, sino que también forma parte de lo que es la esencia del mensaje de la revelación cristiana: la doctrina de la reconciliación. Es por ello que, cuando hablamos de este escrito, decimos que si falta la consideración de esta obra en el estudio de esta época apostólica, nos faltaría algo muy importante. Por ejemplo, refiriéndonos a la doctrina moral que nos plantea dos caminos, ¿qué pasa, por ejemplo, con el que elige el camino del mal? ¿No tiene posibilidad de cambiar o retornar? Esto es lo que plantea el Pastor de Hermas: hay posibilidad de que si te has apartado, puedas retornar al bien, puedas cambiar, puedas mejorar tu vida.
Esto que tal vez hoy parece lógico y lo aceptamos sin mucha dificultad en esa época era algo muy importante porque al inicio del desarrollo teológico de la fe, era muy importante resaltar lo que significaba la vida cristiana. Pero el reconocer que a veces fallamos y tenemos posibilidades de rectificar es un gran logro, sobre todo porque había visiones rigoristas que, por ejemplo, en el plano de lo que es la práctica de la fe, decían que si después del bautismo cometías un pecado mortal, no podías ser aceptado de nuevo en la Iglesia. Una visión totalmente rigorista. Por eso muchos preferían bautizarse, por ejemplo, al final de sus días. Así, el Pastor de Hermas dice que si vuelves a caer pero hay un sincero arrepentimiento, tienes posibilidad de reconciliarte de nuevo, y no solamente con Dios, sino también con la Iglesia. Esto luego tendría un desarrollo histórico que, con el desarrollo a través de los años, iría desembocando en lo que conocemos hoy como el sacramento de la confesión.
Finalmente, este mensaje sigue siendo muy actual, sobre todo con lo que nos ha enseñado el actual Sumo Pontífice Francisco, de que como Iglesia estamos llamados a la santidad, pero continuamente estamos necesitados de conversión. Y no es solamente una doctrina, una enseñanza únicamente del Papa Francisco, sino también de la Iglesia en los últimos tiempos. Es la misma enseñanza de nuestra fe: somos una Iglesia santa pero pecadora al mismo tiempo, santa porque algunos miembros han llegado ya a esa meta, pero pecadora porque otros estamos en un continuo descubrirnos y reconocer aquellas faltas que tenemos para mejorar. Por lo tanto, el mensaje del Pastor de Hermas sigue actual y seguirá actual siempre porque es un mensaje de que si te caes, no te desanimes, sino levántate. Esto se aplica no simplemente en el plano religioso, sino también en el plano humano, porque siempre hay posibilidad de retornar del mal camino y tomar un mejor sendero.
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