Un mantel para adornar la mesa: Espiritualidad para el plan pastoral

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Buen día, amigos. Hace unos días, les hablaba de una planificación pastoral en la Arquidiócesis de Barquisimeto, la cual está comprendida de cuatro pilares. Ahora bien, en una primera planificación de este plan con el Arzobispo, se nos puso el ejemplo de una mesa con cuatro patas: las cuatro dimensiones desarrolladas en el post anterior. En el ejemplo citado, se nos decía que la mesa necesita un mantel para que se vea bonita, ya que es algo que adorna y que arropa la mesa.

Asimismo, en la planificación pastoral hay un elemento que arropa todo y le da su particularidad a este accionar de la Iglesia: esta es la espiritualidad. Ahora bien, ¿Por qué es importante en una acción pastoral?

En un primer momento, definamos qué es espiritualidad. A ella nos referimos cuando queremos indicar precisamente aquello que llevamos dentro y nos orienta, personal o comunitariamente, esto es, aquello que nos mueve a realizar algo. Un ejemplo de esto puede ser un neumático que rueda y permite que se mueva un vehículo de transporte, hasta un bus o un camión. Eso lo puede hacer sin dificultad. Pero si al neumático le sacamos el aire, ya no rueda...

Esto es la espiritualidad: es lo que permite que algo accione, es lo que llevamos dentro y nos impulsa y nos tiene en movimiento constante, y como escribió Von Balthasar "este ámbito interior es lo que importa" (Ensayos Teológicos I, Verbum Caro). En efecto, dentro de nuestra fe sabemos que esto se lo debemos al Espíritu Santo, bajo cuya acción pronunciamos el nombre de Jesús, el Señor (Cfr. 1Co 12,3) y el de Abba Padre (Cfr. Rm 8,14-15).

¿Por qué es importante preguntarnos sobre la espiritualidad en una planificación pastoral? Es importante porque hay muchas cosas que llevamos las personas dentro, pero ¿qué es lo que nos pone en movimiento incluso más allá que cualquier motivación humana? Eso es la espiritualidad. Porque podemos llevar dentro deseos desordenados de poder; debemos preguntarnos si hacemos las cosas por poder simplemente humano. Podemos llevar dentro de nosotros deseos desordenados de dinero. ¿Como Iglesia actuamos simplemente para enriquecernos o hay algo más allá? También deseos de tener un estatus social. Nos preguntamos cada uno de los miembros de la Iglesia: ¿Hacemos las cosas simplemente para tener un estatus o para que hablen bien de nosotros? ¿O hay algo más allá? De tal manera que resulta esencial la pregunta de la espiritualidad, porque al final es una pregunta sobre la recta intención que llevamos en nuestro corazón.

Al final, el Señor la conoce, pero debemos tener responsabilidad y conciencia, sobre todo al iniciar un plan pastoral, de que aquello que lo mueva sea el motor, y no simplemente en el sentido psicológico (que también), sino más allá, ya que nos referimos al aire, neuma (espíritu en griego), que va a direccionar todo el accionar.

Esto es tan importante que quiero hacer notar que la espiritualidad es transversal a las cuatro dimensiones y, al mismo tiempo, es un llamado a la renovación continua. Así como en un neumático uno debe estar chequeando constantemente el aire, lo mismo pasa con la espiritualidad: continuamente debemos chequear ¿qué es lo que nos mueve? Al respecto, es interesante lo que Jesús nos dice en el Evangelio, palabras que al comienzo de Cuaresma siempre tenemos en cuenta: “Tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará”, (Cfr. Mt 6.4.6.18) es un llamado a revisar cuáles son las intenciones que nos mueven. En un plan pastoral de la Iglesia lo que debe mover no es otro que el mismo Espíritu de Cristo, y es aquí donde vamos a concretar un poco más cuál es la espiritualidad de este plan pastoral.

Es una espiritualidad que tiene a Cristo como centro, es cristocéntrica, pero Cristo se nos manifiesta de muchas maneras: en el Evangelio y en su misma vida, como Cordero inmolado, como la Vid, como aquel que es Camino, Verdad y Vida. Todas concepciones correctas de lo que significa Cristo. Pero al nivel de la acción, ¿dónde está esa imagen o concepto que nos ayuda a identificarnos con aquello que debemos tener muy consciente al momento de cualquier tipo de planificación pastoral? Cuando hablamos de la acción pastoral de la Iglesia se nos viene inmediatamente a la mente y al corazón la imagen de Cristo Buen Pastor, es por ello que concluimos que una espiritualidad válida para una Iglesia que establece una acción pastoral es la espiritualidad del Buen Pastor.

No olvidemos que la primera acción pastoral la realizó Dios mismo con la humanidad, cuando sale de sí y establece una historia de salvación con su pueblo. Es interesante reflexionar en esta imagen de Cristo Buen Pastor, pues es la que nos da los lineamientos de cómo debe, en su esencia, comportarse la Iglesia en su relación con las diversas realidades a atender en sus pastorales.

Es por ello que terminaré este post dando unas pinceladas al respecto. Partamos de la siguiente pregunta: ¿Cuáles son esas características de Cristo Buen Pastor que esta llamada la Iglesia a reflejar en su pastoral? Podemos señalar al menos tres:

  1. Cristo conoce a sus ovejas. ¿La Iglesia conoce la realidad que quiere iluminar? Es importante la escucha y comprensión de las personas y el diagnóstico de las comunidades, no una sola vez, sino de manera continua, esto es, el acompañamiento constante y el llamado a la misión permanente que como Iglesia todos tenemos.

  2. Las ovejas conocen a su pastor. Es una consecuencia espontánea de la anterior, porque si la Iglesia se implica permanentemente en la comunidad y con las personas, el mismo pueblo va a poder sentir e intuir ese espíritu que mueve a los miembros de la Iglesia. Es por ello que hay que cuidar mucho cómo se lleva esa relación con todos los sectores de la sociedad.

  3. Cristo Buen Pastor da la vida por sus ovejas. Acá debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo la Iglesia da la vida por ese pueblo que tiene necesidades o simplemente no encuentra el camino más idóneo para llevar ese mensaje de Dios hacia sus vidas y sus contextos? Dar la vida es una y otra vez pensar y repensar las formas y manera de que el mensaje del Evangelio se haga vida en todos y para todos.

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