david.dicotomia cross-posted this post in HiveVenezuela 16 days ago


"He Visto Ángeles".

in Literatos16 days ago (edited)

¿Por que un contrato escrito (2).jpg

    He visto ángeles. Dios existe y ellos son la prueba. Era entrada la noche y mi hijo aún no había llegado a casa. Me había dicho que estaría cerca, en casa de uno de sus amigos, pero algo en su voz no me convenció. Me sentía intranquila. Estaba por llamarlo cuando el teléfono de mi esposo sonó. La conversación se convirtió rápidamente en una discusión y las últimas palabras de mi paraje fueron: "Ve cómo resuelves". Me miro y me explico lo que había pasado. El que había llamado era Gustavo, mi hijo. El asunto era que Gustavo se había escapado en  el carro sin permiso para llevar una chica a su casa y se habían quedado accidentados en algún lugar entre el centro comercial La Cascada y Los Taques. Se me heló el cuerpo al escuchar eso. Tienen que entender algo, era pasada la medianoche y esa zona no es segura. Pero esto era su responsabilidad. Gustavo se había escapado con el carro a nuestras espaldas y se había metido en esto el solito. Yo protesté, pero no logré nada. La decisión de mi esposo era terminante. Yo igual busqué entre los contactos de mi celular y decepcionada, me di cuenta de que no tenía a nadie que pudiera ayudarme a resolver el problema. Estaba demasiado nerviosa. Y habían pasado casi 40 minutos desde la última vez que supe algo de mi hijo y para dejar de dar vueltas en la sala decidí hacer lo único que podría haber hecho para ayudarlo. Decidí rezar por él. Decidí rezar porque regresara sano y salvo a casa. Decidí rezar para que Dios le enviara un ángel. Decidí rezar para qué... El sonido de la puerta del apartamento me interrumpió. La puerta se abrió y ahí estaba el junto a una chica y uno de sus amigos. Salí a su encuentro, lo abracé y le pregunté qué había pasado. Nos sentamos en la sala y me contó algo que hasta el día de hoy no puedo explicar.
Luego de colgar la llamada con mi padre, pensé en llamar a uno de mis amigos para que viniera por nosotros. Así que llame a Gabriel. Dijo esto y señalo a su amigo al otro lado de la sala. Casualmente estaba cerca, en una reunión por Montaña Alta y como yo de verdad necesitaba su ayuda, no se negó a asistirnos. Vino en su carro y cuando llegó sentí que nos habíamos salvado. Estaba un poco nervioso porque no habían pasado muchos carros. Todo estaba muy solo. Ahora solo teníamos que hacer que el carro encendiera. Hicimos de todo. Hasta hicimos puente con las baterías y nada. Habrá que remolcarlo, pensé. Y lo íbamos a hacer. Ambos buscamos por un mecate en nuestros autos, pero no teníamos. Justo cuando nos habíamos dado por vencidos y habíamos aceptado nuestra suerte, escuchamos el sonido de una moto que acercaba. Eso a esa hora, en una calle tan sola, es aterrador. La moto apareció y para colmo, comenzó a disminuir la velocidad y se acercaba a nosotros. Aquí fue, pensé. Pero ya no podía hacer nada. No podía salir corriendo, no podía dejar el carro ahí. Que pase lo que tenga que pasar, pensé. La moto se estacionó cerca de nuestros carros y un señor de barba se bajó lentamente. Se paro al frente de nosotros y nos vio de arriba abajo a Gabriel y a mí, luego a Ana en el asiento del copiloto de mi carro. "¿No saben que esta vaina es peligrosa? ¿Qué hacen aquí pagando?" nos preguntó. Yo le expliqué toda la situación. Cómo mi carro se había muerto. Como había llamado a Gabriel. Como habíamos conectado las baterías. Como habíamos buscado un mecate para remolcar el carro, lo habíamos intentado todo. "¿Entonces necesitan un mecate?". Gabriel y yo nos vimos el uno al otro y contestamos que "si" al unisono. El motorizado asintió lentamente. "¿A dónde van?". "A San Antonio" respondimos. El señor asintió de nuevo y caminó lentamente hacia su moto. Regresó inmediatamente y en sus manos tenía una soga como de 2 metros y nos preguntó si sabíamos amarrarla. Le dijimos que no. Le dijo a Gabriel que estacionara delante de mi carro. Una vez que los carros estaban en posición el desconocido se agachó y en poco tiempo la cuerda unía los dos vehículos. "Muéstrame el camino, niño". Le dijo a Gabriel y se montó en su moto a esperar por nosotros. Sin decir ni una palabra, nosotros también regresamos a nuestros carros y regresamos a casa escoltados por el extraño motorizado. Una vez en casa, el señor desamarró su cuerda y nos dijo "No se arriesguen tanto chamos que la vida es un ratico nada más". Nos dio la mano, le agradecimos, se fue en su moto y aquí estamos.
Yo estaba impresionada. Les pregunté por los datos del señor para llamarlo al día siguiente y agradecerle personalmente por haberlos ayudado, pero ellos no sabían su nombre. No habían preguntado por su nombre, ni por sus datos de contacto. En resumen, no sabían quién era la persona que los había ayudado. Mientras me decían todo esto solo podía pensar en una cosa: un ángel había ayudado a mi hijo.