Hoy voy a cambiar radicalmente el tema de mis acostumbradas publicaciones para hablar sobre una reflexión que me he estado haciendo últimamente en relación a los tiempos que vivimos; la pandemia por una parte y por otra la grave crisis generalizada que atraviesa Venezuela.
Indudablemente nuestro estilo de vida se modificó notablemente, yo diría que se alteró si nos referimos al ritmo al que ya estábamos acostumbrados, debido al virus que azota al planeta desde hace ya más de un año y no es de extrañar porque ya son muchísimas las víctimas fatales a nivel mundial y a pesar de que en nuestro país no ha sido tan grave el impacto como en otras latitudes, estoy seguro de que todos hemos perdido a algún familiar, amigo o conocido. Esto genera como consecuencia estados de pánico y zozobra en la población.
Es en esos momentos difíciles donde debe aflorar la bondad de las personas; el lado humano y generoso que nos define o nos debe caracterizar, y estar dispuestos a ayudar al prójimo y a aplicar todos esos otros valores que siempre nos inculcaban en el hogar, en la escuela, en la iglesia y en cualquier otra organización social a la que hayamos pertenecido. Por lo menos yo lo creía así, sin embargo y con mucho dolor lo digo, en este país se están viendo y viviendo cosas que no deben suceder, no en esta época, no en esta tierra, no en esta gente; ni en ningún otro lugar del mundo.
Pareciera que todas las carencias económicas, alimentarias y otras que requerimos a diario, las queremos cubrir de una forma u otra sin importar que afectemos negativamente a las demás personas. El precio de todos los productos cambia casi a diario y hasta lo llegamos a entender con la voraz devaluación que se come con tanto apetito y velocidad a nuestra moneda local, pero también nos suben los precios en otras monedas, cosa que nos lleva a pensar que afectan también otros elementos quizás hasta fuera de lo económico.
Últimamente para acceder a algunos servicios básicos debemos asumir posiciones casi humillantes, me estoy refiriendo específicamente al surtido de combustible y a todas las penurias que como usuarios normales debemos vivir para poder gozar de 20 ó 30 litros de gasolina. ¿Esta será “la nueva normalidad” a la que se han referido los expertos? ¿O ésta es la normalidad que quieren imponer en Venezuela? Este es tan sólo un ejemplo y sin ánimos de detallar más en el penoso tema económico inexplicable y a la vez inaguantable de la gran mayoría de los venezolanos y de su subsistencia, ni en esa otra situación del combustible y otras tantas, que estoy seguro son bien conocidas en todas nuestras comunidades y también por todas las autoridades competentes. Pero el hecho que realmente me motivó a escribir este artículo tiene que ver con la información que recibí recientemente y se trata de la muerte de un niño de tan sólo siete añitos de edad víctima de la picada de un alacrán y por no haber los tratamientos en los hospitales más cercanos había que trasladarlo al de un estado vecino, pero no fue posible su traslado en el momento oportuno ya que funcionarios encargados de la distribución del combustible negaron la posibilidad de venderle la cantidad requerida por los familiares. En este caso no valieron dolor, preocupación, desespero, llantos ni lágrimas, ni impotencia mostrados por los familiares y con el triste desenlace que ya mencioné anteriormente. ¿Sería que esos funcionarios estaban esperando algún pago más jugoso para entender que eso realmente era una emergencia, y tampoco pudo actuar eficientemente ningún otro personaje u autoridad de la localidad de esos que les encanta ser el centro de atención? ¿Nos convertimos en indolentes sin alma, incapaces de identificarnos y actuar ante el dolor ajeno?
Esa triste historia no terminó allí, porque la madre de esa criaturita ahora deambula por las inmediaciones del cementerio donde sepultaron a su bebé. Por cierto, una colega docente.
Mi reflexión hace surgir muchas interrogantes, pero lo que realmente espero es que llegue a tocar los corazones y conciencias de quienes tienen el control y el poder en nuestros pueblos y en nuestro país y a nuestros conciudadanos a ubicarnos en el momento que dolorosamente nos toca vivir y podamos ser, aunque sea un poco más humanos y racionales.
Por lo pronto sólo nos quedar seguir implorando protección y bendiciones al todopoderoso y esperar que casos como éste sean las gotas que derramen este vaso lleno desde hace tiempo, mucho más de cuando empezó la cuarentena.
![presentaci_n1.jpg]
()
Today I am going to radically change the subject of my usual publications to talk about a reflection that I have been doing lately in relation to the times we live in; the pandemic on the one hand and on the other the serious generalized crisis that Venezuela is going through.
Undoubtedly, our lifestyle was significantly modified, I would say that it was altered if we refer to the rhythm at which we were already accustomed, due to the virus that has plagued the planet for more than a year and it is not surprising because there are already many victims fatal worldwide and despite the fact that in our country the impact has not been as serious as in other latitudes, I am sure that we have all lost a family member, friend or acquaintance. As a consequence, this generates states of panic and anxiety in the population.
It is in these difficult moments where the goodness of the people must emerge; the human and generous side that defines us or should characterize us, and be willing to help others and apply all those other values that were always instilled in us at home, at school, in church and in any other social organization to which we have belonged. At least I believed it that way, however and with great pain I say it, in this country things are being seen and lived that should not happen, not in this time, not in this land, not in these people; nor anywhere else in the world.
It seems that all the economic, food and other deficiencies that we require on a daily basis, we want to cover them in one way or another, regardless of whether we negatively affect other people. The price of all products changes almost daily and we even come to understand it with the voracious devaluation that our local currency is eaten with so much appetite and speed, but prices in other currencies also rise, which leads us to think that They also affect other elements, perhaps even outside the economic sphere.
Lately to access some basic services we must assume almost humiliating positions, I am referring specifically to the fuel supply and all the hardships that as normal users we must live to be able to enjoy 20 or 30 liters of gasoline. Will this be "the new normal" to which the experts have referred? Or is this the normality that they want to impose in Venezuela? This is just an example and without the intention of elaborating more on the painful inexplicable and at the same time unbearable economic issue of the vast majority of Venezuelans and their subsistence, nor in that other fuel situation and many others, which I am sure are good known in all our communities and also by all the competent authorities. But the fact that really motivated me to write this article has to do with the information I recently received and it is about the death of a boy of only seven years old victim of a scorpion bite and because there are no treatments in The nearest hospitals had to be transferred to a neighboring state, but his transfer was not possible in a timely manner as officials in charge of fuel distribution denied the possibility of selling him the amount required by the family members. In this case, the pain, worry, despair, crying or tears, or helplessness shown by the relatives were not worth it and with the sad outcome that I mentioned earlier. Could it be that those officials were waiting for a more juicy payment to understand that this was really an emergency, and neither could any other character or authority of the town of those who love to be the center of attention could act efficiently? Do we become indolent without a soul, unable to identify and act in the face of other people's pain?
That sad story did not end there, because the mother of that little creature now wanders around the cemetery where her baby was buried. By the way, a fellow teacher.
My reflection raises many questions, but what I really hope is that it reaches the hearts and consciences of those who have control and power in our peoples and in our country and our fellow citizens to place ourselves in the moment that we have to live painfully and we can be, even if it is a little more human and rational.
For now, we can only continue to implore the almighty for protection and blessings and hope that cases like this are the drops that have spilled this full glass for a long time, much longer than when the quarantine began.