Saludos, estimados, ¡Hivers!
Está cerca la hora de las siete y treinta y cinco de la noche en la orilla de Río Branco. Me encuentro recreándome con las frecuencias térmicas de la naturaleza que están impulsadas por la brisa de la corriente del río. Durante el mediodía la temperatura se mantuvo por encima de treinta y tres grados. El paisaje me relaja el alma de forma que siento ganas de volar como una garza para ver desde qué verde montaña viene manando esa gruesa masa de agua.
Después de este irresistible cargamento de emocionantes vibraciones que saturan positivamente mi alma, me despego de esta maravillosa visualización de la región roraimense para encontrarme con un paisano venezolano que tiene varios años trabajando en la ciudad de Boa Vista. Me volteo hacia el complejo comercial WakÎri donde está el puesto de trabajo de Samuel. Tengo planificado el tiempo para concretar y hacer efectiva la visita. Cerca, a pocos metros, está el terminal de Ônibus urbano. Estoy pendiente porque retorna a mi morada cuando termine la cita con mi amigo.
Oportunamente, me acerco al lugar y allí está un hombre de piel prieta, ojos grandes y despiertos que están disparando mucha alegría por la oportuna convocatoria que fue anunciada desde la semana pasada. Nos saludamos con familiaridad porque esa es la característica que me une a su familia. Tengo varios años compartiendo diversas facetas con su madre; aspectos inolvidables en los que convivimos como familia porque mi hija convivió un tiempo con ella en un servicio de asistencia infantil.
Mi amigo tiene un emprendimiento por la tarde con un servicio de “Cachorros quenches”; se dice en venezolano “perro caliente”. Iniciamos una conversación familiar, recordamos a todos nuestros familiares. Seguidamente, el amigo recibe a su esposa, me la presenta y me ofrece un “Cachorros quenches”. Esto es extraordinario porque la esencia de este suculento pan con salchicha está acompañada con la salsa de ajo y una salchicha de la tradición brasileira. Seguidamente, ceno en la mesa donde el servicio está integrado por esta amable pareja de venezolanos. Me coloca al lado del plato un vaso de refresco. Me informa que a las nueve se retira a su morada por a las cuatro de la mañana, en punto, él, comienza su trabajo en una panadería hasta las diez de la mañana. Él, retorna a las tres de la tarde al puesto del servicio de “Cachorros quenches”. En esta ciudad todo es puntual, puede ser unos minutos antes.
Me despido con abrazos de buena amistad con estos emprendedores trabajadores venezolanos. Giro hacia la parada Ônibus, subo al transporte para regresar a las ocho y treinta a mi residencia.
Gracias por leer y compartir mi encuentro con mis buenas amistades.
Greetings, dear, Hivers!
It is nearing the hour of seven thirty-five in the evening on the banks of the Rio Branco. I find myself basking in nature's thermal frequencies that are driven by the breeze of the river current. During midday the temperature remained above thirty-three degrees. The landscape relaxes my soul in such a way that I feel like flying like a heron to see from which green mountain that thick mass of water comes gushing down.
After this irresistible load of exciting vibrations that positively saturate my soul, I take off from this marvellous view of the Roraima region to meet a Venezuelan countryman who has been working in the city of Boa Vista for several years. I turn towards the Wakiri commercial complex where Samuel's workplace is located. I have planned the time to make the visit concrete and effective. Nearby, a few metres away, is the urban bus terminal. I am waiting for him to return to my home when he finishes the appointment with my friend.
Opportunely, I approach the place and there is a man with tight skin, big eyes and awake eyes that are shooting a lot of joy for the timely convocation that was announced since last week. We greet each other with familiarity because that is the characteristic that links me to his family. I have several years of sharing various facets with his mother; unforgettable aspects where we lived together as a family because my daughter lived with her for a while in a child care service.
My friend has a business in the afternoon with a service of ‘Cachorros quenches’; in Venezuelan they say ‘hot dog’. We start a family conversation, remembering all our relatives. Then the friend receives his wife, introduces her to me and offers me a ‘Cachorros quenches’. This is extraordinary because the essence of this succulent bread with sausage is accompanied by garlic sauce and a sausage in the Brazilian tradition. Next, I dine at the table where the service is provided by this friendly Venezuelan couple. They place a glass of soft drink next to my plate. He informs me that at nine o'clock he leaves for his home and at four o'clock in the morning he starts work in a bakery until ten o'clock in the morning. He returns at three o'clock in the afternoon to the ‘Cachorros quenches’ service post. In this city everything is punctual, it can be a few minutes earlier.
I say goodbye with hugs of good friendship with these enterprising Venezuelan workers. I turn towards the Ônibus stop and get on the bus to return to my residence at 8.30am.
Thank you for reading and sharing my meeting with my good friends.
Las muestras fotográficas tomadas con mi teléfono realme Pro 7 son de mi propiedad patrimonial. || The photographic samples taken with my realme Pro 7 phone are my property.
Idioma: Post escrito en español y traducido al inglés con la ayuda de DeepL || Language: Post written in Spanish and then translated into English through DeepL
Boa Vista, Roraima, Brasil.
Que lindo emprendimiento tiene tu amigo y que bueno que pudieras haberte encontrado con el y compartir momentos, eso es super importante. Un gran abrazo!🤗
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