Lo que no hay que perder como perspectiva, es que también la responsabilidad recae en el autor.
Acostumbrados como estamos a dejar que sean otros quienes nos digan lo bien que lo hacemos, dejamos de un lado la necesidad de causar emoción que impulse al consumidor a dejar un comentario.
Porque entonces hay peligro en caer en el comentario lisonjero, ese que también hace tanto daño a la cadena.
Equilibrio es lo que demandamos.
Saludos.