La última vez que fui a una playa fue en septiembre de 2017, y fui prácticamente obligado por mi expareja, pues me convenció bajo el argumento de que mi mamá quería estar con todos antes de viajar a Ecuador; Antes de eso en junio de 2016 época de copa América, mi papá encontró unos cupones para una suerte de Resort y aprovechando que sabía lo mal que me sentía, me convenció de ir junto a mi mamá y mi hermana, antes de eso la fecha se remonta a 2014 cuando fui a un retiro en una posada cerca de la playa y a pesar de tener la playa a menos de 500 metros, no entre ni un minuto en ella.
Mucha gente me pregunta ¿Cómo puedo odiar el mar?, la respuesta es que no lo odio, le tengo miedo y respeto en partes iguales; La foto que hoy acompaña el Post es de un Joseph pequeño, uno que no tenía preocupaciones, uno cuya familia iba a la playa de forma constante y al menos cada 15 días pasaba sus fines de semana en la playa.
Joseph chiquito, creció y con 7 años luego de “recuperado” el estado Vargas en Venezuela, tuvo que regresar a esas playas en las que creció y entender a tan poca edad la dimensión del desastre que ocasiono la naturaleza, si bien ya había visto videos y reportajes de aquella tragedia, aun recuerdo a mi papá explicándome que la señora del hotel en el que nos quedábamos siempre ya no estaba y el hotel tampoco, aquella piscina donde aprendía a nadar quedo completamente destruida y esa plaza donde pasábamos la noche jugando, ya no existía más.
Hay varias formas de crecer, una es intentando crear nuevas memorias y yo realmente lo intenté, mi abuelo materno un amante del mar, nos invitaba constantemente a la playa e incluso un miércoles por la mañana me subía en su carro y me llevaba un par de horas al mar simplemente para compartir un rato; De más joven viaje mucho con mi familia y realmente no lo disfrutaba, no disfruto el ambiente, no disfruto el calor y la arena, y no disfruto el riesgo que implica el mar en sí mismo; Durante mi juventud vi gente suicidarse, vi gente morir azotados contra rocas por el mar, vi personas morir ahogadas por imprudencia y vi cientos de lesionados por no respetar al mar y pensar que las playas son divertidas.
Pero lo más curioso de toda esta reflexión que comparto en mi #juevestbt, es que mis más bonitos recuerdos están escuchando al mar en Curaçao, sentado en una silla viendo un buque de carga perderse en el horizonte y viendo las estrellas una noche tirado en la arena, y también está aquel momento en junio de 2016 luego de rendirme y ver como mi papá luchaba por mi vida arriesgando la suya, como al salir de aquella playa que nos quería devorar una mañana a ambos, no hablamos de nada en absoluto y estuvimos en silencio reflexionando, por mi parte sentí que más que mi vida el mar intento robarme la de mi padre y eso es algo que no me voy a perdonar, y que jamás le perdonaré al mar; Hoy estoy feliz pisando firme, dicen que el agua de mar sana y que da energía, yo prefiero no darle más oportunidades al mar de acabar conmigo y entender que el mayor respeto que puedo demostrarle es mantener la distancia.
No sé si alguna vez escuchaste un comercial o escuchaste alguna vez la frase que decía
“Distancia y Categoría” todo tu relato me hizo acordar de esa frase, sobre todo el cierre de tu publicación, distancia en el sentido de evitar la excesiva confianza, y categoría mantener la compostura, sin importar las circunstancias, así que respeto tu forma de respetar el mar.
Lo escuché, de Montecristo los trajes por excelencia de los Venezolanos.