Negocios, solo negocios
Ramiro iba a salir en ese momento cuando vio llegar una camioneta. Los dos hombres que se bajaron, vestían trajes muy bien cuidados, él imaginó que eran vendedores.
—Buenos días señor Ramiro, mi nombre es Marcelino Jaspe y aquí conmigo Julio, a secas, porque no le gusta su apellido, le cae como piedra, ¡jajajaja!
—¿En qué puedo ayudarlos?
—Somos de la compañía XX-arriendos.
Ramiro cambió su rostro, algo en él le dijo que no le gustaba aquella visita.
—¿Podemos pasar?...
—Lo que pasa es que voy saliendo…
—¡Claro, señor Ramiro! con gusto aceptamos su café, —le dijo el hombre empujándolo hacia adentro de la casa.
—Ya tendrá tiempo para salir señor Ramiro.
—Pero, ¿Qué les pasa?
—Siéntese señor Ramiro, cálmense y no nos haga perder la compostura y tu julio puedes cerrar la puerta... Sabemos que está solo, su esposa y sus hijos disfrutan de la playa ¿no es así?
—¿Qué es lo que quieren?
El hombre se levantó un poco el saco dejando ver un arma en la cintura.
—Amigo Ramiro, le voy a mostrar algo, ¡Julio, los papeles!
—Aquí están señor Marcelino, —puso los papeles a un lado de Ramiro y le mostró la última hoja.
—¿Ve está firma?… No tiene que contestar, pero esa, es su firma, dónde usted se comprometió a pagar el préstamo mensualmente y que pasó señor Ramiro, sus pagos no llegan, ¿desde cuándo Julio?
—Desde el año pasado cuando hizo el contrato y pagó solo la inicial.
Ramiro comenzó a sudar,
—Debe haber un error, yo he pagado…
—Eso es lo malo, las mentiras no ayudan.
—¡Se los juro! Yo he pagado, tiene que haber un error.
—Yo le dije eso a mi socio, la tecnología falla, ¡esas benditas máquinas cometen errores! Julio, saca el regalito del morral.
Julio sonrió, un extraño placer se le dibujo en el rostro. Del morral sacó un frasco y le quitó la tela que lo cubría, allí dentro se encontraba una rana muy roja.
—¿Le gustan las ranas señor Ramiro? Está es especial y le gusta ser acariciada.
Ramiro sentía que el piso se le hundía, él se imaginó que jamás lo iban a encontrar y ahora no sabía qué hacer.
—Lo único que tiene que hacer es cancelar todo, por supuesto con los intereses acumulados.
—¡No tengo tanto dinero!
—Julio, busca la computadora del señor Ramiro y me traes un vaso de agua fresca, hace un poco de calor y he hablado mucho. ¡Señor Ramiro! solo tiene que pagar y así evitamos que nuestra amiga la ranita de un paseo por su mano.
Ramiro sentía mareos, la voz se le atragantaba y el miedo no lo dejaba respirar.
—Aquí tiene el agua señor Marcelino y aquí está la computadora.
—Gracias julio, ahora, ya sabes lo que tienes que hacer.
—¡JaJajaja! claro señor Marcelino.
—¡No! ¡No! ¿Qué van a hacer?
Julio agarró el brazo del hombre y le puso una mordaza en la boca, Ramiro no pudo con la fuerza de julio. Marcelino abrió la tapa y Julio intentaba meter la mano de Ramiro en el frasco, este se revolvió con fuerza, pero no pudo soltarse.
—¡Julio! Creo que quiere decirnos algo.
—¡Sí señor Marcelino! Así parece.
—¡Les pagaré! ¡Les pagaré todo! Páseme la computadora, tengo una parte aquí en la casa y la otra se las puedo transferir de la cuenta de mi esposa.
—¡Vaya! Apareció el dinero y ¿Dónde lo tiene Señor Ramiro?
—En la habitación, ahí tengo una parte.
—Espero que no esté muy escondido, julio es muy desordenado para buscar, —Julio sonrió.
—En la parte alta del closet, una caja gris.
Ramiro temblaba y miraba aquella rana que parecía reconocer su miedo, por su piel parecía correr un líquido viscoso.
—Ahora señor Ramiro, abra la cuenta bancaria y para que transfiera el resto.
—¡Aquí está señor Marcelino! —Dijo Julio entrando con una caja gris, —El hombre es confiable, ¡jajajaja! —ambos rieron.
—Bueno señor Ramiro, mientras usted transfiere podemos preparar un café, ¿no le parece?
Ramiro no contestó nada, solo miraba la pantalla de la computadora y a un lado el frasco con la rana, el sentía aquellos ojos pequeños mirándolo, quitó la tapa con cuidado y la rana escapó.
—¿Cómo va eso señor Ramiro?
—La conexión esta lenta, pero va bien. Ya casi termino.
Cuando Ramiro terminó, Marcelino y Julio se levantaron para irse.
—Ha sido un placer hacer negocios con usted, señor Ramiro. Esperamos no tener que volver a visitarlo por estos asuntos, ¿verdad Julio?
Julio sonrió y asintió con la cabeza.
Justo cuando estaban por salir de la casa, la rana saltó y aterrizó en el rostro de Julio. Luego comenzó a retorcerse en un estado de agonía, mientras tanto, la rana saltaba por la ventana. Marcelino intentó ayudarlo, pero ya era demasiado tarde. Julio cayó al suelo, muerto.
Ramiro observaba la escena con horror y le preguntó qué había sucedido. Marcelino explicó fríamente:
—Julio, le tenía miedo a las ranas, pero yo no. Sabía que esta rana era sumamente venenosa y la traje para asegurarme de obtener el dinero. Ahora, me encargaré de que nadie más sepa de esto.
Ramiro intentó escapar, pero Marcelino lo detuvo con un movimiento rápido y preciso que lo dejó en el piso. Ramiro se dio cuenta de que estaba en manos de un hombre peligroso.
—Lo siento, señor Ramiro. Pero los negocios son los negocios.
Marcelino tomó el cuerpo de Julio para llevarlo a la camioneta y dejó a Ramiro tirado en el piso. Ramiro sabía que tenía que escapar antes de que Marcelino regresara. Pero ¿Cómo escapar?
Cuando Marcelino regresó, no encontró a Ramiro donde lo había dejado, tampoco la caja con el dinero y se enfureció.
—Lo voy a encontrar señor Ramiro, a mí nadie me juega sucio.
En ese momento escucha que encienden un vehículo, sale corriendo y ve que es su camioneta que arranca a toda velocidad, Ramiro se ríe a carcajadas por la jugada que acaba de hacer, lleva con él la caja con el dinero, cuando mete la mano para tocar su dinero, siente una piel viscosa y fría. Ramiro ya no se reía.
Business, just business
Ramiro was about to leave at that moment when he saw a van pull up. The two men who got out, dressed in well-groomed suits, he imagined they were salesmen.
—Good morning Mr. Ramiro, my name is Marcelino Jaspe and here with me is Julio, just Julio, because he doesn't like his last name, he likes it like a stone, hahahaha!
—How can I help you?
—We are from the company XX-arrendos.
Ramiro changed his face, something in him told him that he did not like that visit.
—May we come in?
—What's going on is that I'm on my way out...
—Of course, Mr. Ramiro! We will gladly accept your coffee,—said the man, pushing him into the house.
—You'll have time to leave, Mr. Ramiro.
—But, what's wrong with them?
—Sit down, Mr. Ramiro, calm down and don't make us lose our composure. Julio, you can close the door... We know you are alone, your wife and children are enjoying the beach, aren't they?
—What do you guys want?
The man lifted his jacket a little, revealing a gun in his waistband.
—My friend Ramiro, I'm going to show you something, Julio, the papers!
—Here they are, Mr. Marcelino," he put the papers to one side of Ramiro and showed him the last sheet of paper.
—See this signature? ... You don't have to answer, but that's your signature, where you committed yourself to pay the loan monthly, and what happened, Mr. Ramiro, your payments haven't arrived, since when Julio?
—Since last year when you made the contract and paid only the down payment.
Ramiro began to sweat,
—There must be a mistake, I've paid...
—That's the bad thing, lies don't help.
—I swear to you! I have paid, there must be a mistake.
—I told that to my partner, technology fails, those blessed machines make mistakes! Julio, take the gift out of the bag!
Julio smiled, a strange pleasure was drawn on his face. From the backpack he took out a jar and removed the cloth that covered it, inside there was a very red frog.
—Do you like frogs, Mr. Ramiro? This one is special and likes to be caressed.
Ramiro felt that the floor was sinking, he imagined that they would never find him and now he did not know what to do.
—The only thing he has to do is to cancel everything, of course with the accumulated interest.
—I don't have that kind of money!
—Julio, look for Mr. Ramiro's computer and bring me a glass of cool water, it's a little hot and I've been talking a lot. Mr. Ramiro! You only have to pay and this way we'll prevent our friend the little frog from taking a walk on his hand.
Ramiro felt dizzy, his voice was choking and fear did not let him breathe.
—Here is the water, Mr. Marcelino, and here is the computer.
—Thank you, Julio, now you know what you have to do.
—Of course, Mr. Marcelino.
—No! No! No! What are you going to do?
Julio grabbed the man's arm and put a gag in his mouth, Ramiro couldn't with Julio's strength. Marcelino opened the lid and Julio was trying to put Ramiro's hand in the jar, Ramiro scrambled hard, but couldn't get free.
—Julio! I think he wants to tell us something.
—Yes, Mr. Marcelino! It seems so.
—I'll pay you! I'll pay you everything! Pass me the computer, I have some of it here in the house and the rest I can transfer from my wife's account.
—Well, the money has appeared and where do you have it, Mr. Ramiro?
—In the bedroom, I have some of it there.
—I hope it's not too hidden, Julio is too messy to look for it, —Julio smiled.
—At the top of the closet, a gray box.
Ramiro trembled and looked at that frog that seemed to recognize his fear, a viscous liquid seemed to run down his skin.
—Now, Mr. Ramiro, open the bank account and transfer the rest.
—Here it is, Mr. Marcelino! —Said Julio entering with a gray box, —The man is reliable, hahahaha! —they both laughed.
—Well, Mr. Ramiro, while you are transferring, we can prepare a coffee, don't you think?
Ramiro didn't answer anything, he just looked at the computer screen and to one side the jar with the frog, he felt those little eyes looking at him, he removed the lid carefully and the frog escaped.
—How is it going, Mr. Ramiro?
—The connection is slow, but it's going well. It's almost finished.
When Ramiro finished, Marcelino and Julio got up to leave.
—It has been a pleasure doing business with you, Mr. Ramiro. We hope we won't have to visit you again on these matters, right Julio?
Julio smiled and nodded his head.
Just as they were about to leave the house, the frog jumped up and landed on Julio's face. He then began to writhe in pain and fell in agony, as the frog jumped out the window. Marcelino tried to help him, but it was too late. Julio fell to the ground, dead.
Ramiro watched the scene in horror and asked him what had happened. Marcelino explained coldly:
—Julio, he was fearful of frogs, but not me. I knew this frog was extremely poisonous and I brought it to make sure I got the money. Now, I will see to it that no one else knows about this.
Ramiro tried to escape, but Marcelino stopped him with a quick and precise movement, which left him on the ground. Ramiro realized he was in the hands of a dangerous man.
-I'm sorry, Mr. Ramiro. But business is business.
Marcelino took Julio's body to the truck and left Ramiro lying on the ground. Ramiro knew he had to escape before Marcelino returned. But how to escape?
When Marcelino returned, he did not find Ramiro where he had left him, nor the box with the money, and he was furious.
—I'm going to find him, Mr. Ramiro, nobody plays dirty with me.
At that moment he hears a vehicle start up, he runs out and sees that it is his truck that starts up at full speed, Ramiro laughs loudly for the move he has just made, he takes with him the box with the money, when he reaches in to touch his money, he feels a slimy and cold skin. Ramiro was no longer laughing.
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Editing done with PhotoScape.
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