Amigos de Steemit, hoy compartiré mi opinión sobre un tema propio del mundo globalizado: con el desarrollo de Internet y de nuevas tecnologías el uso de avatares diversos, personalizados y peculiares, se extiende tanto en foros, redes sociales y diversas plataformas.
El avatar, esa representación gráfica virtual de la persona real detrás del ordenador, es un “must be”, en la mayoría de los escenarios virtuales. Aunque cada quien escoge su accionar -en lo particular- prefiero mi propio yo, al juego de roles que se ha impuesto.
Bien administrada, la autopista es una bendición. Sin embargo, añadir o quitar amigos, escoger y fiscalizar las relaciones, ganarle a la soledad- gran amenaza de la sociedad actual- genera adictos y disfraces que se esconden en el anonimato.
Andan por allí con todos los síntomas de los drogadictos: mente alterada, sensación de euforia, convertidos en gurús de felicidad, en replicadores de mensajes predeterminados, en usurpadores de títulos.
Son consumidores que van ganando tolerancia y quieren más, a riesgo de dejar a un lado las verdaderas prioridades. En el desvarío, interactúan sin las habilidades sociales que hacen falta en el cara a cara.
Tal vez, y enfatizo el “tal vez”, porque no soy dueña de ninguna verdad absoluta, esto último explica el bienestar que da esta moderna droga. Los narcotizados evitan cualquier controversia oprimiendo el botón de eliminar, viven alienados en zonas de confort, en trampas, donde el único eco es el de su propia voz y donde el mundo es el que ansían, casi siempre irreal.
Los filtros que crean antifaces tecnológicos se han sumado a la nueva ola. En lo particular, no creo en entes virtuales. En la disparatada aventura de la vida, YO SOY la cibernauta que soy, sin dejar de agradecer -a diario- por el avance tecnológico.
Sin embargo, honrando el futuro y sus bondades, me mantengo abierta al diálogo sabroso, el de frente, el que nutre, el que se da con gente interesante, que a veces no piensa igual que uno. Es divino tocar, escuchar, ver, oler y, si te provoca y te lo permiten, hasta saborear al otro.
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