Natural catastrophes are of all kinds and magnitudes, many of which have been thoroughly studied by science and even portrayed by the cinema. While the existence of hurricanes, earthquakes and tsunamis, to name just a few nightmares of nature, are public knowledge, few know how dangerous and lethal can be a lake that explodes. It sounds weird, but that's the way it is; that is exactly what happened on August 15, 1984 in Lake Nyos, in Cameroon, and two years later in Lake Monoun, in the same country.
The first caused the death of 37 people and thousands of cows; the second was much worse: he killed 1,700 humans and 3,500 animals. In both cases, a dense white cloud expanded almost 30 kilometers around. At first it was believed that the cause of catastrophes could have something to do with sulfur, but the hypothesis was soon ruled out.
The geologist William Evans was one of the scientists who devoted himself to research about the causes of the accident. He discovered that the smell that the witnesses said the lakes blew during the explosion was similar to that described by the pilots of the Second World War when they were exposed to high concentrations of CO2. "When we analyzed the water, a few days after the event, I had between 90 and 99% of CO2," explained Evans. When the pressure was released suddenly, the gas produced the explosion. The cause of this unusual event may have been the landslides, since in both lakes slides were detected in their margins. Shortly after the explosions, the concentration of carbon dioxide tripled the maximum tolerable for humans. This phenomenon is unusual, but it could happen again, with dire consequences. Kivi Lake in Rwanda, for example, has an amount of methane that could feed the energy needs of the entire United States for a month. The human and economic losses if it were to explode would be incalculable.
Catástrofes naturales hay de todo tipo y magnitud, muchas de las cuales han sido estudiadas a fondo por la ciencia y retratadas incluso por el cine. Si bien la existencia de huracanes, terremotos y tsunamis, por citar solo algunas pesadillas de la naturaleza, son de público conocimiento, pocos saben cuan peligroso y letal puede ser un lago que explota. Suena raro, pero así es; precisamente eso fue lo que sucedió el 15 de agosto de 1984 en el lago Nyos, en Camerún, y dos años más tarde en el lago Monoun, en el mismo país.
El primero causó la muerte de 37 personas y miles de vacas; el segundo fue mucho peor: mató 1.700 humanos y 3.500 animales. En ambos casos, una densa nube blanca se expandió casi 30 kilómetros a la redonda. En un principio se creyó que la causa de las catástrofes podía tener que ver con el azufre, pero la hipótesis fue descartada pronto.
El geólogo William Evans fue uno de los científicos que se abocó a la investigación acerca de las causas del siniestro. Él descubrió que el olor que, según los testigos, despedían los lagos durante la explosión, era semejante al que describían los pilotos de la Segunda Guerra Mundial cuando eran expuestos a altas concentraciones de CO2. “Cuando analizamos el agua, pocos días después del evento, tenía entre un 90 y un 99% de CO2” explicó Evans. Al liberarse la presión de manera repentina, el gas produjo la explosión. La causa de este evento fuera de lo común pueden haber sido los deslizamientos de tierra, ya que en ambos lagos se detectaron corrimientos en sus márgenes. A poco de las explosiones, la concentración de dióxido de carbono triplicaba la máxima tolerable para el humano. Este fenómeno es inusual, pero podría volver a suceder, con consecuencias calamitosas. El lago Kivi, de Ruanda, por ejemplo, tiene una cantidad de metano que podría alimentar durante un mes las necesidades de energía de todo Estados Unidos. Las pérdidas humanas y económicas si llegara a explotar serían incalculables.