La persona invidente, no es una desgracia de Dios, sino una bendición, porque esta persona logra una maravilla en su existencia, logra ver el mundo que lo rodea, no sólo con la poca visión de sus ojos, sino que logra observar, con el tacto de sus manos, con la destreza de su oído y llevar una vida más justa y recta que la de aquellos que se consideran sanos o justos y por ende nos hace pensar, si en verdad caminamos por el camino correcto, si en verdad somos lo que creemos ser o simplemente somos un suspiro en este mundo.