Cuando oímos estamos percibiendo sonidos mediante nuestros oídos, no obstante, escuchar es algo más complejo, cuando escuchado ampliamos nuestra estructura mental, porque analizamos e interpretamos, llegando a hacer conclusiones e incluso un criterio propio; aplicando la “escucha activa”; técnica de comunicación, donde una persona no sólo oye, sino que presta atención al emisor y a la vez puede hacer feedback con la información procesada. Para oír es suficiente un oído sano y un sonido perceptible, mientras que para escuchar se necesita disposición y premeditación.
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Cabe destacar que cuando una persona se dispone a escuchar lo hace de forma activa. Por tanto, la persona que escucha lo hace de forma voluntaria e intencionada. No obstante, con frecuencia, somos propensos a oír y no escuchar, lo cual nos puede ocasionar consecuencias negativas con las personas con las que solemos relacionarnos, al no aplicar la escucha activa en el proceso de la comunicación.
Las principales diferencias entre escuchar y oír son:
- Escuchar pertenece al orden interpretativo del lenguaje frente a oír que se incluye en el territorio fisiológico.
- Escuchar implica la interpretación del lenguaje dando significado al sonido versus a oír que conlleva percibir simplemente el sonido.
- Escuchar es activo frente a oír que es pasivo. Podemos dejar de escuchar cuando queramos.
- Escuchar implica la realización de un esfuerzo físico y mental. Mientras que para oír no es necesario dicho esfuerzo.
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Principales razones por la que la gente no escucha:
Mostrar poco interés en el tema. Por lo general, los malos escuchas consideran que ciertos temas son demasiado tediosos como para merecer su atención, y en consecuencia, pierden el interés en el mensaje, ignorando su utilidad o importancia.
Reaccionar antes de tiempo. Existen oyentes que juzgan el tema antes de escucharlo por completo, lo cual trae como consecuencia que no se pueda analizar el mensaje.
Fingir atención. Una postura clásica de quien no sabe escuchar es fijar la mirada en el emisor y asentir con la cabeza sin tener idea de lo que la persona está diciendo, fingiendo una “falsa atención”.
Ser propenso a las distracciones. Los malos escuchas son propensos a distraerse con facilidad. Ya sea moviéndose demasiado o hablando con quien tienen al lado, no tardan en interferir con su propia atención y la de los demás.
Pensamiento contaminado. Algunas personas, mientras oyen a otra persona, mantienen su mente ocupada en problemas o cosas pendientes por provoca que no se conciba el mensaje en su totalidad y se llegue una retroalimentación efectiva.
RECOMENDACIONES PARA APLICAR LA ESCUCHA ACTIVA:
Presta total atención al hablante.
Demuestra un lenguaje corporal abierto.
Evita juzgar.
Interrumpe sólo cuando sea estrictamente necesario.
Haz referencia a los detalles que recuerdes.
Repite lo que acabas de oír.
Haz una conexión emocional con el mensaje.
Solicita más información con preguntas apropiadas.
La forma en que nos comunicamos con otros y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras vidas.
Anthony Robbins.