Reflejos, ese es el tema de hoy.
Si bajas, verás una foto bastante artística, pero quiero que me seas sincera/o ¿En qué te fijaste primero, en la chica o en su reflejo? Yo me fijé primero en la chica, ya que el reflejo se ve bastante opaco en comparación. Además, la perspectiva en la que se nos presenta la foto nos ayuda a definir el reflejo y lo real.
Pero, ¿Y si le damos la vuelta a la foto?
Ya no sabes cuál es la original y cuál es el reflejo. Anteriormente, era bastante fácil diferenciarlas, pero al darle la vuelta, te replanteas todo lo que has visto. ¿A que cuesta diferenciar los reflejos, y la realidad? Tristemente, los reflejos tienen un increíble parecido a la realidad, y tenemos la costumbre de confundirlos. Confundimos la verdad, con una imitación de la misma. Porque todos sabemos que los espejos difuminan la realidad, tanto para bien, como para mal.
No sólo los espejos, el reflejo en el agua o en alguna superficie brillante también miente. Los reflejos no son más que mentiras, recreaciones distorsionadas de la realidad. En un reflejo podemos ver algo hermoso, radiante y con una delicadeza inigualable. Pero en realidad, podría ser algo con una belleza considerable, opaco y tosco. Los reflejos distorsionan, nos engañan y en muchos casos, nos hieren.
Nos creamos una ilusión mediante un reflejo y, cuando esta se rompe, quedamos destrozados por la realidad. Los reflejos no hacen más que eso, mostrarnos algo que no es cierto, para confundirnos y convencernos de que sí lo es. Confundir un reflejo, con una realidad, es condenarse al sufrimiento. Por más real que parezca, en algún momento el reflejo mostrará su verdadera forma. Como la realidad no nos agrada, preferimos el reflejo, preferimos la mentira.
Así somos los humanos, preferimos una mentira hermosa, a una verdad dolorosa. Preferimos un hermoso reflejo, y no una realidad cruel.