Quien no se ha enamorado alguna vez o ¿varias veces?.
Desde jóvenes experimentamos emociones y momentos mágicos, como el primer beso. Estamos tan ilusionados y enloquecidos, que idealizamos a una persona, queremos estar con ella en todo momento. Ir agarrados de la mano, pasear, compartir, hacer de todo. Recordamos con gran facilidad todo lo vivido, los sitios a los que fuimos, lo que comimos, con quien compartíamos, que ropa usábamos, regalos, todo con gran detalle.
Pero que ocurre cuando termina la relación, al poco tiempo consigues otra persona. Acaso ya la olvidaste, o fue una ilusión pasajera, o es cierto eso de que ¡un clavo saca otro clavo!.
Al pasar el tiempo, reflexionas y te das cuenta que fue una ilusión, aunque a veces te condenas por no haberte casado con aquella persona y no haberla sabido mantener a tu lado. Quedan interrogantes y te preguntas a menudo, ¿que hice mal? ¿por qué se acabó la relación?. Pasan los años, conoces otras personas, y emprendes nuevas relaciones amorosas, no tan intensas como la primera.
Al adquirir un mayor nivel de madurez, empiezas a sopesar pro y contras, antes de establecer una relación seria con alguien. Ya entran en juego otros factores, que actividad realiza, como es su familia, produce dinero, si te conviene o no, como es su trato, si es detallista, y más si existen hijos de relaciones anteriores. No hay tiempo para jugar a la ligera, sino para poner reglas claras, límites, condiciones. Entonces ahí está nuevamente la pregunta y ¿Dónde está el amor?. Ahora el amor se va ganando con acciones, no solo con palabras. No es tan simple encarar una nueva relación, si ya has sufrido decepciones. Te vuelves más suspicaz, cuidadoso, no quieres volver a sufrir ni pasar malos momentos de nuevo.
Es posible considerar entonces que el primer amor, marca de manera definitiva tu vida, y lo demás es una construcción, en ocasiones costumbre, en otras formas, resignación. Quizás estoy equivocada, pero al buscar razones, simplemente me encuentro con una: ese primer amor nunca se olvida.