Hace 2 semanas conocí a Violeta, una señora de casi 80 años, que ha sufrido en varias ocasiones ECV (enfermedad cerebrovascular).
Sus hijas me habían contratado para cuidarla, y como llevaba casi 7 meses de inactividad con ganas de trabajar y hacer algo productivo, acepté.
El primer día fue el más duro de todos, estaba sola en la casa, o eso creía estaba el novio de la hija de Violeta, y uno de los nietos de 20 años más o menos. Tuve que levantarla de la cama, pasarla a la silla de ruedas, unos 70 kilos más o menos en peso muerto (una señora que en sus buenos tiempos llego a pesar 120 kilos, según dijeron sus hijas) bañarla y vestirla, luego darle de comer y cuando ya estuviera somnolienta (casi siempre) pasarla de nuevo a la cama y acomodarla, de modo que la única escara que tenía entonces no se lastimara. Fue un arduo trabajo, pero enseguida supe que no era el trabajo para mí. Se necesitaba mucha educación y mucha paciencia para ello. Entre una cosa y otra la señora tenia periodos de hiperactividad sin llegar a moverse, poco puede hacerlo, pero su mente se activa y comienza a querer levantarse e ir de un sitio a otro.
Fue así como comenzó a llamarme Samantha “Samantha vámonos pa’ fuera” “Samantha vámonos pa’ dentro” “Samantha llévame pal’ cuarto” “Samantha, Samantha, Samanthica”… llegó el momento en el que me desesperé. Obviamente no iba a tratarla mal ni nada por el estilo, no está en mí tratar mal a nadie y mucho menos a una persona en su condición que no sabe con exactitud qué es lo que le está pasando. Por eso cuando llegó su hija, le dije muy honestamente que no me quedaría con el trabajo, que simplemente no podía hacerme cargo de ella pero que completaría la semana para darle chance de encontrar a otra persona.
Al día siguiente tuve la ayuda de dos de sus hijas, la cosa fue más llevadera, fue mucho más fácil bañarla y cambiar su ropa. También por supuesto fue más llevadero el día teniendo a alguien con quien conversar en los periodos en los que Violeta estaba dormida, pero del mismo modo cuando despertaba comenzaba la cantaleta “Samantha, vámonos pa’ fuera” “Samantha vámonos pa’ dentro” y cuando no le hacía caso a la tercera vez me llamaba “Samanthica”, como para endulzarme y lograr que le hiciera caso.
Así fue transcurriendo la semana, de día era Samantha y de noche era Mar. Cuando estaba sola con ella y se ponía intensa me desesperaba, Samantha, Samantha, Samantha, tenía que respirar profundamente para no darle una mala contesta o gritarle, de nada serviría, ella no hubiera sabido lo que yo le decía o la frustración que tenía.
No sé cómo llegué a comprometerme hasta el martes siguiente y después toda la semana. Me pagarían los 15 días de trabajo pero no supe cómo me quedaba en ese lío, porque todas las mañanas al despertar y pensar en lidiar con Violeta me frustraba.
A pesar de todo creo que los peores días fueron los que tuve que convivir con la nueva enfermera, los últimos dos días. La mujer me desesperaba más que la misma Violeta con su cantaleta de Samantha para acá y Samantha para allá. Nunca había conocido a una persona tan abusadora a la hora de estar en una casa ajena. Revisar todos los gabinetes, la nevera y los armarios, para mí no es concebible, sin embargo vi como trataba a Violeta, creo que las hijas me mantuvieron allí para vigilarla y asegurarme de que no abusaba de la señora, la mujer realmente sabía lo que hacía, logró que Violeta no solo no la llamara Samantha sino que la llamara por su nombre y que dijera el mío. De tantas veces que se lo repitió, que se lo gritó, como para hacerse oír, lo dijo. Me llamo Mariel y me gustó escucharlo de su voz. Sentí que progresaba. Del mismo modo pude ver como la ejercitaba para fortalecer los músculos de las piernas y que pronto pueda volver a caminar.
El viernes me despedí no solo de Violeta sino también de sus hijas. En estas dos semanas le tomé mucho cariño a la familia, hasta a los nietos de Violeta que casi no salían de sus habitaciones. Me dejaron las puertas y los brazos abiertos para cuando quisiera visitarlos y sé que pronto lo haré, espero que cuando lo haga Violeta haya progresado en su recuperación.
Fue una gran experiencia a pesar de no haberla disfrutado al 100%.