La suerte de ver, ante la lluvia, la magia en una gota de agua #mindfulness

Llueve. Nos esperan diez horas de viaje. Es un viaje para olvidar momentos de tensión y desilusiones. Me han despedido después de 12 años... No está mal llorar. Pero hay que seguir después de la descarga.
Comenzamos mal. La caldera se rompe justo antes de salir y el arreglo cuesta 350 euros. Y llueve. Llueve a cántaros. Salimos cuatro horas tarde. El hostal a medio camino ya está pagado. No nos tiramos atrás. Llegaremos pasada medianoche. Las noticias no nos auguran buenos tiempos. Hay alerta por tormenta en todo el camino... y seguirá lloviendo los días siguientes.
Podríamos estallar. Sucumbir en el llanto. Que el mal humor nos gane la partida. Algo en el interior quiere ir hacia allí. Retirarse.
En cambio, decidimos luchar contra esa tendencia. Respiramos. Seguimos adelante. Intentamos hacer un listado de lo bueno. La niña dormirá. Podemos disfrutar de la lluvia. Afuera hace frío pero dentro se está bien. Es una sensación plácida.
Qué linda es la lluvia si sabemos apreciarla...
"No es cierto... la puta madre... bah... maldito lampista. ¡350 euros en media hora!", dice la cabeza.
Nos reimos de nosotros mismos.
La música ya está sonando. Y también ayuda, como siempre. Hay algo en el arte que es medicina pura.
Y de pronto, ¿Cómo lo hemos olvidado? El vidrio. El agua va dibujando caminos. Gotas maravillosas que con el viento deciden bailar. ¿No es increíble la vida? Eso que nos sonaba a maravilla en la niñez, el camino de las gotas de lluvia sobre el vidrio, hemos dejado de verlo.
La niña lo sabe. Es niña y hoy juega a las carreras con las gotas de lluvia. Juega a adivinar cuál es la que llega más rápido. Como una carrera de caballos. ¿Lo recuerdas? También era tu juego.
Para mi esas gotas que parecen renacuajos son espermatozoides luchando por llegar al óvulo. Causa gracia. Pensamiento adulto.
"Mamá, me dan pena los espermatozoides que no llegan", dice la niña. "Pobrecitos. Se mueren".
Eso es -respondo yo- la vida misma. La suerte de haber ganado la carrera. La suerte de haber podido jugar. Y la suerte de tener la inmensa capacidad de ver, ante la lluvia, la magia de una gota de agua.