Cuando llegue a Ushuaia, todo lo que tenía podía entrar en 2 valijas medianas, una de cabina y una mochila. Hasta yo quedé sorprendida conmigo misma de lo minimalista que podía ser. Lo “esencial”, además de la ropa, fue el set de mate, 2 cuaderno, biromes, la Biblia, notebook, una agenda. No hubo camión de mudanzas y el auto se quedó en Buenos Aires.
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Me hubiera gustado traer más cosas, deje mis libros, cuadernos, pero bueno las primeras semanas estaba más concentrada en hacer papeles de cambio de domicilio, matriculas para trabajar, y encontrar un lugar para vivir ya que el lugar donde quedándome estaba era temporal.
Lo bueno es que los tramites se hicieron muy rápido y sin contratiempos. Pero la búsqueda de alquiler fue algo muy estresante. Sabía que estaba complicado el mercado inmobiliario, pero fue mucho peor a lo esperado. Prácticamente no había alquiler disponible en ninguna de las agencias inmobiliarias de la ciudad que consulte, y es más tenían lista de espera. Así que de encontrar algo sabía que iba a ser muy caro, e incluso que sería pequeño y/o muy precario incluso. Pero bueno el tema del mercado inmobiliario es para otro post si es que se da la oportunidad. El tiempo se me acababa y yo todavía no tenía lugar fijo para vivir. Hasta que ocurrió el milagro, un departamento muy lindo, cercano del lugar donde iba a trabajar y con un precio bastante razonable, apareció y obviamente lo alquile.
Así que me mude a mi nueva casita, y claro hay que recordar que solo llegue con lo puesto. Ya estaba pensando cómo hacer para comprarme lo básico, cama, mesa, silla, etc. Acá es donde tengo que agradecer a mis compañeras de trabajo. Y les comparto otro dato curioso de la isla, Tierra del Fuego es una provincia donde la mayoría de sus habitantes son de otras provincias de Argentina, para mi es la provincia más federal de mi país. Y bien, como buena parte de su población llego a este lugar buscando mejores posibilidades, es muy común que la gente que lleva tiempo viviendo acá ayuden al que recién llega, ya sea regalando o prestando algo, de alguna forma es una manera de devolver la generosidad y cultivar la hospitalidad.
Esos fueron mis primeros pasos, pero no se preocupen ya ahora no duermo en un colchón en el piso y tengo sillas y mesas, de a poquito estoy equipando mi casita. Y obviamente, guardando las cosas que me dieron; algunas volverán a sus dueños y otras seguirán esa línea y pasarán a alguien que los precise mientras concentra sus energías en alcanzar sus metas en el fin del mundo.