Jueves

in #literatura7 years ago

Desde chiquita se le notaba que iba a ser corajuda, pero creció como niña normal, se raspaba las rodillas y matábamos hormigas con la lupa del estudio de su mamá. Nunca se cayó de la bicicleta hasta ya grande. Lo único que tenía de raro era que leía. Y no creas que te lo digo porque piense que los libros son malos, pero leía todo el tiempo. Ni siquiera cerraba la puerta del baño por no soltar el libro mientras se bajaba los pantalones, y se sentaba a cagar sin despegar los ojos del libro mas que para limpiarse cuando se acordaba de que ya había acabado. A la hora de la comida dejaba su libro a un lado porque su papá le decía que lo iba a ensuciar y por eso aprendió a lavarse las manos también después de la comida. Cuando entró a la secundaria, se veía la luz de su cuarto prendida hasta bien noche, y cuando la mandaban a dormir, prendía una lamparita de pilas, se echaba la cobija hasta la cabeza y la asomaba después de un rato con el cabello pegado a la frente y una mirada satisfecha por el final de su libro, al que llegaba más o menos a las tres de la mañana. A veces yo subía y leía con ella, pero me daba sueño rápido así que no me quedaba tan tarde casi nunca. Me acuerdo cuando su abuelita abrió la puerta de su cuarto en una de sus idas al baño y la encontró toda feliz y sudorosa y le metió una madriza por cusca. Yo estaba escondido con mi libro abrazado debajo de la cama. Qué pinche risa tuve toda la semana. Para ella no fue tan divertido porque lo obligaron a ver las películas del árbol de chicoca y la paloma azul el día que sus amigos iban al balneario, nada más porque creyeron que andaba toqueteándose. Lo que sí, después de ver las películas empezó a desvelarse para otras cosas que no tenían mucho que ver con letras,. Una vez me encontré uno de sus libros que era de un leñador al que una lady no sé qué, le ponía flores ya sabes dónde. Yo soy más de revistas pero cada quién. Cuando entró a la prepa todo se fue más o menos normal, hasta llevaba una que otra persona a la casa y a veces se quedaban a dormir y yo les contaba cualquier cosa que se me ocurriera y que les diera miedo, y les prendía una fogata en la parte de atrás y ellos me regalaban de sus bombones. Conmigo siempre fue muy buena, nos llevábamos muy bien y si sé varias cosas es porque ella misma me las contaba. Cuando se metió a la universidad, ahora sí cambió todo, seguía leyendo, pero mucho más. Yo la veía llegar y echarse al sillón con un libro en la mano y quitarse los tenis a la fuerza con la punta de los pies. Tenía unos dedos bien largos y los usaba como mano de chango para recoger lo que se le cayera al suelo y una vez jugamos a escribir nuestro nombre en una de sus libretas de la escuela. No tenía tan fea letra y yo escribía peor con las manos, aunque mis dedos son chatos y no podía atorar muy bien el lápiz entre ellos. Yo creo que si ella hubiera querido aprender, hubiera llegado a tener cuatro manos muy útiles y los jueves cuando no estaban sus papás, nos echábamos un cigarrito ahí en la sala, ella platicaba de lo que leía o lo que le pasaba en el día y yo descansaba de haber macheteado el jardín.
Empezó a platicarme de cosas que la verdad yo no entendía muy bien, y tampoco me interesaban tanto, pero me gustaba platicar con alguien, aunque casi yo no hablara. Me decía lo que había leído de capitalismo y de cómo nos arruinó desde siempre la vida. También de una teoría de un francés de que habían hecho famoso al sexo haciéndonos creer que era algo prohibido y nos interesáramos en él, y entonces de ahí nos controlaba el capitalismo, del sexo mismo y que incluso el que ella fuera mujer, o algo así, era su culpa. Yo le decía que no entendía qué tenía qué ver el capitalismo con el sexo y me prestó tres libros que no estaban tan gruesos pero ya juntos sí era bastantito. Me los leí, no lento pero sí tardado. Me gustaba escucharla, y a ella también le gustaban los jueves.
Me acuerdo que una vez su hermana llevó a su novio a la casa y cuando su novio tiró el tenedor, ella se lo pasó con el pie, y como nadie más que yo se dio cuenta, el pobre tuvo que comer con ese tenedor. Yo no le pase otro porque yo no soy aguafiestas, igual por eso nos llevábamos muy bien. Le presté unas revistas porque le dije que no había leído nunca libros de leñadores, y luego me las devolvió junto con una de las suyas de regalo. La marca que tiene al ladito del labio. Una que casi ni se ve, a menos que estés bien cerca y atento, fue un jueves que fumamos descalzos, pero te digo que tengo los dedos muy chatos.
Empezó a quedarse sin tiempo para leer o platicar, ya ni siquiera los jueves. Llegaba cansada de trabajar y al poco tiempo dejó de llegar, porque por algo trabajaba ya, y siempre le había gustado vivir sola. Fíjate que igual no era tan corajuda, y desde chiquita tuvo canas. No dejó de ser la misma, pero se volvió diferente. Fue ahí cuando por fin entendí la culpa de la que me había hablado un jueves. A veces nos veíamos los fines de semana que iba a verla a ella, porque no tenía jardín, y yo llevaba ropa limpia y ella no llevaba zapatos.

¡Agradeceré bastante sus comentarios!
(: