Fumaba mientras veía el amanecer. Había un ajetreo inusual, un ajetreo inesperado, distinto a cualquier otro que hubiese visto.
Veía cómo se levantaba una construcción al lado de su palacio, una construcción parecida a la suya (de paja), una construcción que obstruía su vista, que limitaba su capacidad de acción, que nadie había autorizado. Lamentaba no haberse dado cuenta antes, no haber descubierto que alguien escalaba el morro que ocupaba. Lamentaba haberse confiado demasiado, haber reaccionado tarde; ahora solo queda estar a la defensiva, se decía: Solo queda abogar por la concordia en nombre de todo lo que se podría perder si este palacio se derrumba. Ese era su discurso, el que repetiría hasta el cansancio aún sabiendo que ya no había nada que perder, que ya no había nada en absoluto.
Sabía que había muchas cosas que era mejor mantener ocultas, sabía que eran muchas más de las que se podía imaginar, de las que en ese momento le hubiese gustado que existieran, pero tenía la firme convicción de que había hecho lo justo y necesario para mantener a sus aliados cohesionados, aunque ahora fuese necesario tanto esfuerzo para que nadie de afuera del palacio averiguara nada: Ni siquiera dentro nadie debe saber demasiado.
De su propia actitud depende que continúe la normalidad. Solo tiene que demostrar que todo está en orden en su palacio. Solo tiene que mostrar, por medio de esa ventana que usa, que el ambiente dentro es puro y diáfano, sin humo ni cenizas. Mira a su alrededor y sonríe al pensar que la ventana por donde ve y se deja ver es la única abierta del lugar, sonríe al pensar que se había encargado meticulosamente de censurar todas las demás, sonríe al rememorar cómo lo había logrado. Sonríe al entrever la ventaja que ello significa.
En especial quiere demostrar una total normalidad a quienes podrían intervenir (o evitar una intervención), a quienes a lo lejos se reúnen para dudar una y otra vez sobre lo mismo, con un pensar circular y burocrático. Tiene que mostrar esa verdad que ha construido tras su ventana; si no logra convencer, al menos logrará darle argumentos a quienes le han ayudado antes, a quienes le han vuelto dependiente. Tiene que bajar la intensidad del enfrentamiento. Tiene que hacer tiempo hasta lograr quemar esa construcción de paja que tanto le fastidia.