A través de las letras

Literatura, es así como se le denomina al conjunto de producciones escritas que el hombre ha creado, por medio de la sintaxis gráfica, en la línea temporal que relata la historiografía como pasado. Innúmeras creaciones literarias han sido marco de vivencias unipersonales, en el lapso estipulado por la historia. Tantísimos escritores han, con su pluma, guiada por la tenue mano compuesta de carne y hueso, creado historias fantásticas, otras reales, algunas dispuestas en planos utópicos ulteriores a la existencia real.

La cultura es también un elemento isócrono en la ambivalencia humana, incipiente factor social, adláter del hombre desde su hollar en el plano terrestre. La literatura es el estratagema filosófico, con el cual el ser humano recrea las miles de vidas que jamás vivió. Su importancia es concomitante con el desarrollo cognitivo y la sapiencia. Omnímodo, es la relevancia que tiene esta y el hombre la ignora.

Hispanoamérica, «escoja». Abundan dentro tuyo, individuos que no caminan en la multiversidad de conceptos, atrapados por una envilecedora bruma hostil. Enfermedad bendita, la cual no contamina, pero si enloquece. Sustancial, sería para tus ciudadanos el apremiarte de preponderancia, a ti, escritura humana de planos horizontales afrodisíacos cardinales.

Moliére, Quevedo, Calderón de la Barca, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Garcilaso de La Vega, Luis de Góngora, Shakespeare, Fray Luis de León, La Fayette, Perrault... tantos escritores, estos pocos, entre individuos intelectualmente superlativos para su época, guardados en el sanctasanctórum literario universal. Los siglos XVI y XVII están enmarcados en el periodo renacentista, humanismo en la literatura española y el movimiento artístico Barroco, respectivamente. Además, para la literatura hispana se encuentra en ejecución el llamado «Siglo de Oro Español», momento álgido en la literatura.

Para la sociedad hispanoaméricana de hoy, ampliamente representada en los paises colonizados por la «Madre Patria», al sur del Río Negro, donde la vida no vale ni un doblón de oro. La capacidad intelectual, ciertamente, no representa una efigie moral. Indudablemente la cultura es un elemento que, por ciertos momentos, cuantifíca el coeficiente intelectual individual o colectivo. Es un hecho notorio la importancia que tiene este factor en la conformación social de los «pueblos».

Son los pueblos quienes dictaminan la idiosincracia de la historia que les precede. Ellos, se evocan en crear instrumentos que faciliten su vida, sus artes y sus necesidades. Se aglomeran en «corporaciones heterogéneas», con desequilibrios en su funcionamiento, propio del carácter humano. Y transforman sus conocimientos sociales, sus costumbres, su «modus vivendi». Desde lo septentrional a lo meridional, cada país guarda en sus pueblos la inocua necesidad de progresar. Artes y magnificiencias convergen y dan forma a la sabiduría. Hispanoamérica ha observado con desdén el desarrollo cognitivo, agrupando a sus conciudadanos en procesos sociales adocenados. ¡Qué distinto sería!, para la cultura, el decontruccionismo, o la simple intención de sus jóvenes, el estudiar la literatura universal clásica, de los mejores momentos humanos.

Pasearse, por medio de la lectura, en la armadura de Amadis. Caballero icónico, representante de lo europeo; en los jardines de versos con rosas límpidas de Ronsard; teatrizar la sátira y la comedia, ser un arlequín, pantalone, una pulcinella o uno dottore; con William, clavar un incolóro y deletéreo líquido mortífero del amor, convertirse en un enfermo imaginario con Moliére; transgredir las leyes de la historia con hidalguia y sancho. La sociedad sería más sensible, honesta, entendería lo primordial de vivir con sus preceptos, que emular y propiciar el esnobismo.

La lectura es un olvidado estilo, mentes limitadas al día por día, se visten con rastrojos de oropel, aparentando sabiduría cuando en la mente fagocitan coprocultivos concuspicentes. El arte de escribir, la dicha de leer. Hombres y mujeres ejecutando sus disciplinas, enhiestados en hervideros intelectuales, mejorando cada día. Leer no es un elemento, sine qua non, para la vida. ¡No! Pero imaginar lo sideral que sería para hispanoamérica, que su gente entendiera la importancia de la buena lectura, mejoraría la calidad de la persona. Todo esto no es un aforismo. ¡Qué distinto!, podría convertise el pensamiento hispanoamericano si observáramos con preponderancia las obras literarias, clásicas, de los pretéritos destinos. Quizás, elegiríamos y seguiríamos a líderes, y no a seres arropados en brumas envilecedoras que burlan y se disgustan de lo correcto.

Vivimos en un mundo donde el conocimiento es ignoto, gente que se ufana de una gloria inexistente, individuos que dominan con sus deletéreas ideas la belleza del alma, y la realidad de las personas. Por eso, seguimos impulsando la necesidad de leer, aprovechando las nuevas eras, y retrotrayendo las pasadas. No como un mero elemento de mejoración académica, profesionalizándonos y soterrando al que por una u otra razón no pudo calificarse en las aulas, sino, para contribuir en el realce de nuestra sociedad, mejorando nuestra cultura y confrontando los tiempos que se avecinan. El aprendizaje significativo, representa el fin último de lo correcto. Entender y adquirir capacidades latentes en nuestro concepto. Esa, sería la égida.

T. B.