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Abro mis ojos en una ciudad sin nombre, ¿qué hacía antes? ¿hacia dónde me dirijo?... ¿Acaso importan alguna de esas respuestas?... no realmente. El sol sale cada día por el horizonte y se esconde en la utopía de los sueños abandonados que algún empresario dejó tirados cuando se puso una corbata. Por la ventana veo pequeños rayos de luz que descienden directo del cielo, tan azul como el mar, tan rosado como una flor. Cuando dejo de admirar el cielo comienzo a mover mis pies en pequeños pasos con dirección a la salida, la curiosidad me puede y muero por conocer esta ciudad que nadie gobierna.
Inicio mi expedición y apenas cruzo el umbral de la puerta me doy cuenta que todas las personas son como pequeñas ovejas que siguen a un pastor; todos van en una misma dirección, caminan como si huyeran de alguien, como si escaparan de algo. Comienzo a caminar junto a la multitud, nadie me nota, trato de tocar el hombro de una chica que está caminando delante de mí y confirmo que soy algún tipo de ente invisible y sin cuerpo físico, o al menos según su perspectiva y la del resto a nuestro al rededor, la chica se desvía de la fila de ovejas obedientes y camina hacia una calle alterna donde se levantan decenas de edificios, la sigo, me siento como un fantasma en medio de una gran ciudad.
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Entramos a un edificio grande color mostaza algo desteñido por la lluvia y el sol, efecto del tiempo. Subimos unas escaleras y llegamos al piso 4, entramos a un pequeño apartamento. Cinco niños corren al rededor, una anciana esta en una silla del rincón tejiendo y una señora se halla en el pasillo planchando los uniformes escolares de los niños. Nada para desayunar, no hay tiempo ni comida al parecer, busca su bolso en una habitación que comparte con el resto de los niños, toma un cárdigan y se funde en él, lentes de sol para afrontar un día más para trabajar por un sueldo inservible y se apresura a salir, nuevamente la sigo pero entra al metro y la pierdo de inmediato, cientos de personas se acumulan tratando de entrar a un vagón, entro y me fijo en un chico que está sentado al final, ojeras gigantes, suéter con capucha y audífonos para hundirse en su propia miseria sin que nada lo turbe. Una estación, dos estaciones, tres estaciones, el chico se levanta, cuatro estaciones, él baja y yo le sigo, nuevamente consigo filas de ovejas humanas que siguen a un pastor directo a una selva de concreto.
Camino junto a él aproximadamente 2 cuadras y entramos a un edificio gigantesco de vidrios azules, se quita los audífonos, baja la capucha y entra al cubículo del recepcionista, me siento en un rincón y lo observo, saca un pequeño envase con algo que presumo es café, ¿qué mejor manera de aguantar la mortalidad humana y sus miserables situaciones?, el resto de la mañana atendió 5 llamadas, buscó café para su supervisor 3 veces y jugó solitario a escondidas durante el resto del tiempo, algunas miradas furtivas con la secretaria de la oficina adyacente, pero nada más. Me aburro de él y salgo, veo mi reloj pero no sirve, el sol es el único que me dice la hora, presuntamente las 12:30, el apogeo del día. Escucho voces, siento gente a mi al rededor pero no veo a nadie, sé que están ahí, pero... ¿dónde?, sigo mi camino, intento hallar a alguien pero no veo nada, el sol baja un poco, 3:00 PM, estoy cansada, ser fantasma comienza a preocuparme.
A lo lejos puedo ver a alguien, está sentado en la acera de la calle, quizás 50 años, ropa desgastada, camino hacia él y me siento a su lado, el olor... óxido, sal, sudor, piel humana y descomposición, ligado con el olor de la basura que revisa para comer. No, no lo soporto, me levanto y sigo caminando, poco a poco la gente empieza a aparecer, ojos vacíos, manos vacías, mentes vacías, ¿cuánto pueden soportar? ninguno de ellos lo sabe. Poco a poco se hacen las 8 de la noche y hay niñas paradas en cada esquina de la avenida con hombres que solo quieren cervezas frías y cuerpos calientes, y nada más, pequeñas niñas que solo quieren ser queridas, viejos hombres que solo quieren descargar la presión del día en un cuerpo ajeno. Sigo caminando, las calles se vuelven empinadas y el paisaje cambia, pasé de mirar edificios a ver casas sobre casas, un lugar donde las estrellas bajan a los cerros.
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Algo cambia, la gente me mira, de pronto tropiezo con alguien y lo siento, ya no soy invisible, todos me miran, hombres me rodean, trato de huir, pero no puedo, sed de sangre en sus ojos, y frío glaciar en su alma, de la nada aparecen cada vez más personas, todas a mi al rededor, un hombre frente a mí me mira, sin pudor ni dolor, saca un arma, sonríe, y dispara. Todo termina.
Abro mis ojos en una ciudad sin nombre, ¿que hacía antes? ¿hacia dónde me dirijo?... ¿Acaso importan alguna de esas respuestas?... no realmente.
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Debo empezar por reconocer que yo no soy muy aficionado a los dramas, las historias oscuras, etc., pero cuando uno se encuentra con textos bien escritos, tiene que hacer salvedades y reconocerlo.
¡Felicitaciones por esta historia!
Hello @melaniesaray, thank you for sharing this creative work! We just stopped by to say that you've been upvoted by the @creativecrypto magazine. The Creative Crypto is all about art on the blockchain and learning from creatives like you. Looking forward to crossing paths again soon. Steem on!