De tal suerte que los Néfrem decidieron apartarse de esos asuntos, pues ahora aquel mundo y lo que sucediera sobre él era la responsabilidad de sus habitantes, pero no los dejaron a merced de la incertidumbre, así que pidieron del tesoro de su creador, las llamadas “Sílbilin”, que Éndylin recogió tras encontrarlas vagando en la etérea infinitud y que datan de antes aun de la existencia del “Algo” de donde él surgió. Poseedoras de poder oculto más allá del ostentado por los Néfrem y otros seres ignorados aun por Éndylin, quien las entregó como último regalo a los frágiles seres de su mundo.