Esperanza.
En la inhóspita oscuridad se sitúa un navío destrozado. La tripulación está perdida, les queda poco tiempo. El experimento fue planificado durante años, previniendo cualquier accidente, y sin embargo están allí. No hay esperanzas, vagan sin rumbo en las tinieblas de lo desconocido.
Isabella se queda sin aire, se sofoca en el traje metalizado. Es lo único que la mantiene con vida, separando su cuerpo de la radiación. El ingeniero llora desconsolado, desea no haber aceptado nunca este trabajo. El profesor Erwin teme, es la primera vez en su vida que está en peligro. Él es quien más conoce este lugar extraño y complejo. Pero ese conocimiento no sirve para nada en estas condiciones.
La esperanza se disipa de sus almas. No saben que hacer, cualquier acto de valentía les costaría la vida. Están en un lugar donde la reglas son diferentes, la aleatoriedad reina. Una ligera esperanza palpitó en sus corazones. Al observar el horizonte, en las tinieblas, se asomó una luz. Los venían a rescatar.
La luz se acerca, firme en la tarea de encontrarse con ellos. Mientras más se aproxima, la figura difusa se torna en una forma extraña. Se acerca y la velocidad con la que lo hace aumenta. La esperanza se esfumó, no reconocen eso como una nave humana. El miedo se apoderó de la tripulación.
La luz finalmente llegó, chocó con el navío vagante. La velocidad con la que llegó fue tal, que la destruyó junto con su tripulación. Murieron atropellados por el único electrón de un átomo de hidrógeno.
Esta fue mi participación para el concurso. Si te gustó el relato, pásate por @wjborges allí tengo más escritos.
¡Cuánta creatividad! Nanotecnología en acción.
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