Ella es todo tu insomnio, resfriados crónicos y migrañas.
Su cerebro hervido, sobrecargado,
Como en la tristeza y en la alegría.
En el tiempo con el sonido de tu propia canción
En un laberinto del que no hay retorno.
Y como si estuviera ligeramente abierto.
Cada vez que dejaba una propina.
A qué conducirá todo esto.
Aquí canto las serenatas de castor a gusto.
Como el hilo en la muñeca
Beber en la ociosidad libre.
Por cuarto año consecutivo hay una guerra.
Puedo volar aquí, como un Pegaso alado.
Y todas las mañanas trato de encontrarte un taxi,
Crucificando el dolor al suelo.
Cuando llego a mis sentidos, saco un vaso de mi pecho,
En el borde, donde en la naturaleza, en los ríos.
Granizo de la mañana cada vez que destruir todo alrededor.
Para poder perder, aguantar y esperar.
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En el vaticano.