Retrato póstumo de Mozart (Barbara Krafft, 1819).
Aunque es una de las piezas más conocidas del compositor, él nunca la terminó debido a que murió mientras trabajaba en ella.
Se dice que un hombre misterioso que rehusó a identificarse, completamente vestido de negro, visitó a Wolfgang Amadeus Mozart en su casa de Viena y le encargó componer un réquiem para un servicio fúnebre pero le exigió no investigar las razones del encargo, Mozart acepto y el misterioso hombre le dio un adelanto del pago y quedaron en que regresaría en 30 días, pero el compositor fue llamado desde Praga para escribir la ópera “La clemencia de Tito”, para festejar la coronación de Leopoldo II, al mismo tiempo trabajaba en “La flauta mágica” que es otra ópera, así que aplazó el réquiem, hasta que el hombre misterioso apareció nuevamente y le preguntó por la pieza.
Esto sobrecogió al compositor, estaba tan impresionado que pensó que era un mensaje del más allá.
Se dice que Mozart estaba obsesionado con la idea de la muerte y de que la pieza estaba destinada para su propio funeral, pensaba que ésta pieza seria la que le daría el fin a su propia vida.
Comenzó a trabajar en el Réquiem, alcanzó a componer las primeras tres secciones, los coros y algunas partes instrumentales, pero un mes después cayó enfermo.
Mientras estaba en cama, le dio instrucciones a su alumno Franz Xaver Süssmayr para continuar la obra, pero nunca alcanzó a ver el producto final debido a que Mozart murió el 5 de diciembre de 1791. Al final, según la leyenda, su pálpito se cumplió, una parte de su Réquiem sonó en una misa celebrada en su honor el 10 de diciembre de 1791.
Mientras agonizaba, Mozart compuso para sí su propio Réquiem.
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