Las noches frías llegan a su fin, una corriente de aire tibio lo desentume como aceite lubricando a un viejo motor. El aroma que percibe es enloquecedor, un aroma que se cuela entre muchos, entre los árboles, entre el olor a carbón de las parrilladas, del vino, de tanta comida que esa noche sobreabunda.
Estira su brazo y toma su capa roída y polvienta del perchero, ese olor, ese aroma lo obliga, lo arrastra, con su mano casi esquelética gira la manija de la puerta a penas si abre es embestido por el ruido de la gente, la música, tantas luces y baile.
Nadie lo nota su rostro blanquecino con tonos morados se mezcla entre tantos disfraces, es su hora, es su día como cada noche de carnaval, camina en las calles sin ser percibido y es que el olor a sangre lo obliga, lo arrastra.
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Texto: Candy Ros
Imagenes: Pixabay
Separadores: Candy Ros