Una amiga en el CCH era digamos… de moral distraída.
No me malinterpretes. Cada quien sus cositas y hace lo que quiere con ellas.
En ese caso a esa edad yo también era de moral distraída… Muy distraída.
Bueno que nos desviamos.
Un día con algunas cervezas de más nos pusimos a platicar. De plática ligera llegamos al tono de José Alfredo Jiménez. Ya nos podían pasar las galletas de animalitos por qué era hora de cortarnos las venas.
Le daba miedo quedarse sola. Nadie la tomaba en serio.
Y cuando lo intentaba, ofrecía el cuerpo antes que la palabra. Se veía su desesperación.
Una y otra vez la vi intentarlo. El novio que más le duró fue uno que era 3 años menor que ella. Algo poco común en las mujeres de esa edad. A esa edad les gustan mayores. Sin duda cada uno era la granada del otro.
La última vez que la vi fue en las islas de CU. Dormida con la saliva escurriendo de su boca. Supongo ahogada en alcohol.
Así puede quedar tu negocio también.
Te le ofreces al mejor postor aventando descuento sobre descuento.
Entrando cada día más al síndrome del payaso triste. Aferrado a tu marketing de la esperanza.
¿Me regala una monedita para comer?
Tienes que ser la rubia pechugona o el carita con brazos grandes.
Y que cualquiera de ellos se aviente por una playera con tu logo. Que peguen estampitas con tu logo en sus computadoras. Qué se endeuden a 60 meses para presumir tu logo.
Atrévete a ponerlos a trabajar para conseguir tu producto o servicio. Que les cueste.
Y si no puedes… me escribes.
Vientos, mi Ray!
D.