Leer: Éxodo 17:8-13
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, […] corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante (Hebreos 12:1).
Era su primera maratón y estaba corriendo solo. Después de detenerse a beber agua en un puesto de asistencia, se sentía extenuado, y se sentó sobre la hierba al costado de la pista. Pasaron los minutos, y no podía levantarse. Se había resignado a abandonar, cuando dos maestras de escuela, de edad mediana, se acercaron. Aunque no lo conocían, vieron a Jack y le preguntaron si quería correr con ellas. De repente, recuperó la fuerza. Se puso de pie y, acompañado por las dos mujeres, completó la carrera.
Esas mujeres me recuerdan a Aarón y a Hur, dos amigos que, en una situación clave, ayudaron a Moisés, el líder de los israelitas (Éxodo 17:8-13). Durante la batalla en la que eran atacados, ganaban mientras Moisés sostenía en alto su cayado (v. 11). Por eso, cuando las fuerzas del líder comenzaban a flaquear, Aarón y Hur se pararon a ambos lados de él y le sostuvieron los brazos hasta que cayó el sol (v. 12).
Seguir a Dios no es tarea de uno solo. Él no nos creó para que corramos la carrera solos. Los compañeros pueden ayudarnos a perseverar en medio de las dificultades mientras llevamos a cabo lo que el Señor nos llamó a hacer. — ap
Señor, gracias por aquellos que me alientan a seguirte sin flaquear. Ayúdame a ser también una fuente de fortaleza para otros.
Los amigos pueden ayudarnos a perseverar mientras seguimos a Dios.
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