Quiero resaltar que esta obra no es mia, le pertenece a mi buen amigo Arturo Rejón, y puede contener lenguaje sexual y ofensivo, pero es muy buena.
En un pueblo de Europa, donde el sol brilla más que en cualquier lugar, donde es el reflector de la bella obra maestra que son sus campos de millares de colores, donde sus verdes praderas son adornadas por los matices de las flores, y la brisa se perfuma con los tulipanes, lavandas, y las uvas jugosas de los viñedos, una mansión antigua se alza por sobre las demás. No era como la típica casa antigua, agrietada y gris, era una estructura que se erigía bella y brillante, lejos de las garras del tiempo, como si cada generación la hiciera más radiante, pero no por sus colores, solo eran matices de cremas, sepias, y maderas. No era por ser la más alta, apenas tenía dos pisos, solo ocupaba un par de hectárea, y eso era más que suficiente, era una joya sin mucho brillo en sí misma, pero ¿Por qué decir que era la más bella? Pues tal y como la ostra, que por fuera podía verse opaca y rugosa, por dentro resguardaba una perla hermosa.
La familia Belladona, antiquísima casa de renombre, construiría su imperio de la uva y la flor, su castillo era su destilería, y sus murallas, las decenas de hectáreas de campos fértiles. Antaño una casa de caballeros, hoy día una de Perfumistas y Vinicultores, que nunca han dejado de lado el honor de su casa, ni los símbolos en su Cresta. Un lobo negro mordiendo dos sables, la rama de lavanda, y un racimo de uvas adornan el escudo que a sus pies porta palabras en latín: “Elegantĭa, Ferocitas, Nobilitatis”; elegancia, ferocidad, y nobleza, palabras de mucho significado para cada generación de esta antigua casa, en especial para un joven que con una bandeja de platería fina y tazas de Té de porcelana antigua observaba embellecido.
Alto, de tés clara, ojos amarillos como la miel, de cabello negro y brillante, como la noche más oscura sujetado por una simple coleta, un par de mechones se sostenían a penas por detrás de sus orejas que parecían vibrar al escuchar el tintineo de una campanilla a la distancia. Rápidamente, pero sin tanta prisa el joven llega a la terraza del segundo piso, una vista magnifica de la inmensa belleza de aquel campo que hipnotizaba al más cerrado y tocaba al más duro de corazón. Con mucho cuidado el joven dejo la bandeja en la mesa y paso a servir un aromático té, lo endulzó con algo de miel, lo mueve delicadamente con la cucharilla de plata y procedería a acercarse con cuidado a una anciana que desprendía un aura calmada, elegante, y tan llena de vida como en su juventud.
_ Es la segunda vez que hago sonar la campanilla mi pequeño Nico - dijo la anciana estirando elegantemente su mano para recibir su taza de té sin perderse un segundo de vista al muchacho – ¿No has visto ya suficientes veces ese escudo? -
_ Podría verlo mil veces, de mil ángulos diferentes, y nunca dejaría de darme ese sentimiento que tuve desde el primer día que lo vi, señora Dona - decía mientras colocaba el asa de la taza entre los dedos de la dama.
_ Aunque me digas eso estoy segura de que algo más que las palabras de ese escudo te tienen distraído…-
_ Para nada señora Dona -.
_ Y dime, ¿Cuándo llega mi nieta a la casa? -
_ En 30 minutos, debe venir a mitad de camino del pueblo y… - dio una pausa repentina para luego dar un suspiro al sentirse atrapado.
_ Si fueras un libro de mil hojas podría saber todo lo que dicen tus páginas con solo ver tu portada mi pequeño Nico - dijo la anciana con una delicada sonrisa al dar un sorbo a su té.
_ Mi señora Dona, en estos años de servirle nunca la creí alguien que juzgara por la portada. -
_ Y no lo hago, es solo que con los años he aprendido a leer esa linda cara tuya - dijo poniéndose de pie tomando como apoyo un bastón y luego el brazo de su joven mayordomo –Ahora se bueno y prepara todo, ya sabes lo que le gusta a esa niña-
_ Ya está listo señora, su habitación, su caballo favorito, y el menú del almuerzo - dijo el joven pelinegro acompañando a su ama .
_ Sí que le pusiste interés a la bienvenida de mi nieta, creo que harás que esta anciana se ponga celosa - dijo sonriendo de forma irónica .
_ Al contrario, señora Dona, deje todo listo para así estar el resto del día a su servicio.-
_ No trates de adular a esta anciana actuando como un Donjuán muchacho, ¿Tratas de ganar puntos conmigo para cuando me pidas un favor? - dijo entre tiernas risas a pesar de las arrugas.
_ Si mal no recuerdo, la señora de esta casa es usted, así que si he de ser un perro me corresponde serle fiel a usted… además, ¿Le he pedido algo antes?* - dijo sin perder su gesto serio.
_ Ni una sola vez, lo que me preocupa, ese favor que me pedirás ha de ser muy caro si llevas tantos años acumulando puntos- dijo la anciana soltando una sonora y jovial risa que a su vez lograría romper el gesto del joven Mayordomo mientras bajaban las escaleras.
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