Uno por uno fueron cayendo los recuerdos.
Uno por uno se fue apagando el destino.
Nada queda en la conciencia,
aunque, a veces, hay luces que destellan.
La soledad se convirtió en sombras y
el silencio en el eco más sonoro.
Aparecen sonrisas ilusorias,
en los caminos perdidos de una vejez temprana.
Ojalá que los recuerdos se pudieran guardar en las bolsas
del supermercado. Allí, donde todo guardamos.
Ojalá que los pudiéramos recuperar,
para mostrarlos a quienes viejas historias
también vivirán.
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