Coge un pescado no muy fresco,
cocínalo medio mal,
déjalo ahí y cómelo al día siguiente, recalentado, en un plato de cartón, sentado en un suelo sucio, sin mayonesa ni nada.
Aún así, a pesar de todo lo que has hecho mal, puede estar rico.
Ahí está. El superpoder del pescado.
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