Hace dos años mi ciudad se vio envuelta en la bruma de la calina. No había agua en las tuberías y el cielo no concedía ni una gota. La atmósfera de Caracas era un eco de la asfixiante situación que vivimos en el país, de la tensión, del conflicto socio-políticos en el que estamos inmersos.
Mi mejor amigo se fue del país antes de la primera lluvia del año. A un mes de su partida me robaron el celular. Entonces comenzamos a escribirnos largos correos electrónicos. Me sentía seca. Aquel palo de agua me inundó de alegría. Registré ese momento:
Intenté documentarla, aunque no podías mojar tus manos porque estabas a kilómetros de distancia.
Postal de agua. Un recordatorio: tarde o temprano, volverá a llover.