Malherido Templo de Debod

Aproveché, un par de días después de la resaca de Navidad y las cabalgatas de los Reyes Magos, para acercarme a uno de los lugares más mágicos de Madrid: el Templo de Debod.

Fue algunos días antes de la visita del eminente egiptólogo y ministro o secretario general de Antigüedades de Egipto, Zahi Hawass, y sin embargo, la impresión que me llevé, similar, supongo, a la que recibió posteriormente aquél, fue melancólicamente desagradable.

Expuesto a las inclemencias de un tiempo que los madrileños llevamos o procuramos llevar siempre lo mejor que podemos, pero sobre todo, expuesto también a la siempre maldita inoperancia de la burocracia, ésta singular joya, regalo del Gobierno egipcio a España por su colaboración en salvaguardar los numerosos templos que habrían de cambiar de situación y lugar con la construcción de la presa de Assuán en los años 60 ó 70 del siglo XX, se nos muere.

Pequeño en dimensiones, pero genuinamente grande en Historia, este inconmensurable santuario dedicado a la figura universal de la Diosa Isis, semeja, metafóricamente hablando, ese doloroso lamento borincano, que pide a gritos un acto de justicia y reparación.

Inmerso, cuando no indefenso en los cambios de política y las guerras entre los distintos grupos políticos municipales, más preocupados por desbaratar los alucinantes episodios añadidos al urbanismo implícito y reglamentario del plan anticontaminación denominado como Madrid Central, este Bien Cultural, Patrimonio de la Humanidad, se nos muere presa de un bochornoso ostracismo.

Y mucho más, si cabe, ahora que el mundo, podría decirse que aterrorizado, se enfrenta a una terrible pandemia, que recuerda, comparativamente hablando, a aquéllos oscuros episodios de pánico y desesperación altomedievales, que en vísperas del temido año mil preveían la llegada del Anticristo, según el Apocalipsis de San Juan.

En vista de ello, si antes de que se detectara el coronavirus, nuestro querido Templo de Debod tenía alguna oportunidad, pues comenzaba a atraer parte de la atención mundial, ahora la atención se centra, sobre todo, en los grandes supermercados, como Carrefur y su promesa –frotándose, que no lavándose las manos como Pilatos- de que no faltará el abastecimiento para la población.

Por supuesto que entiendo el temor de la gene y sus irreprimibles y humanos deseos de prepararse para este supuesto Armagedón, surgido quién sabe de qué oscuro laboratorio y con qué mucho más oscuros fines, tanto políticos, como comerciales, como militares detrás.

¿Pero saben una cosa?. Me declaro insumiso al miedo y de la misma manera que James Dean y Alejandro Magno, prefiero morir relativamente joven y tener un bonito cadáver y hacerlo defendiendo siempre aquello que motiva mi espíritu, defendiendo aquello que me hace soñar y que me anima a intentar ver siempre –bendito tesoro- más allá de la mísera realidad que tristemente nos rodea.

Con o sin coronavirus, elevo mi voz, que poco o nada vale, salva para mí mismo, en favor del Templo de Debod.

¡Salvemos el Templo de Debod y que la Madre Isis nos bendiga a todos!.

AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.