La suave brisa sopla y trae consigo el rocío cristalizado,
cae en el suelo uno a uno hasta cubrir cada espacio
y blanquear la vista por doquier, la temperatura baja
y el frío se apodera como rey a su pueblo, el tiempo se detiene
esperando calladamente en un rincón solitario con miedo
a perderse y congelarse para siempre.
Mi vida permanecía en un invierno como si
el sol hubiese perdido su calor, me era difícil
observar una vida sin frío;
mi corazón estaba congelado y ya no podía sentir nada,
mis ojos no podían ver con tanta nieve en mis parpados,
mi cuerpo no tenía sensibilidad me estaba
convirtiendo en un hombre de hielo.
La oscuridad reinaba y el amor no existía, me dejaba
llevar por el viento como copo de nieve cualquiera
sin rumbo alguno ni meta final,
posándome en las ramas de los arboles esperando
el próximo soplo para ver a dónde me llevaba.
Aunque todo parece triste en el mundo no hay
nada al azar, en mi van y ven de la vida
la briza decembrina me llevó a un lugar,
sin saber que me deparaba me dejé guiar,
mi amigo y compañero soplo al lugar indicado
dejándome a tus pies.
En ese momento no podía creer que mi sueño
comenzaba a volverse realidad, como siempre
lo había soñado, como estaba en mi imaginación
la persona que siempre quise en mi vida
ahora estaba frente a mí.
Al conocerte entendí que todo cambiaría
estuviste en el lugar correcto en el momento indicado.
Bendita la razón que te puso allí, y de mirarme con
esos ojos cálidos y profundos y utilizar tu boca para decir lo correcto.
Mi cuerpo comenzó a sentir algo extraño que no sentía
desde hace mucho, ni siquiera podía recordar desde cuándo
pero después de tantos años de invierno entendí
que mientras más te conocía el frío se iba y
la vida helada se acababa.
Excelente! Posees un gran ingenio para la poesía. Vale la pena leer y releer.
Gracias @luchar que bueno que te gustó