En un bar a mitad de un cigarrillo
Su belleza era terrible
Implacable
Mostraba ardores de proporciones ígneas
(O de clamores de estrellas)
Hacía cosquillas al alma cotidiana
Enamoraba con su mirada ataviada de gestos y signos
Se podía decir que casi dolía al verla
La curva de su sonrisa tenía la forma de soñadas escaramuzas
¿Era un dolor tan perfecto como el que sentí de niño al nacer?
Acaso como el que siente el hombre que para aprender a amar decide parirse a sí mismo,
O más bien el placer con el que gozan lujuriosos en las cimas los creadores
Al juntarse para hacer figuras de sombras y humo:
Lo que en otros labios sonaría quizá abyecto -como todo lo que nos es ajeno-,
En los suyos pregonábase un jazz,
Un dulce jardín,
Una mágica tonada a plegaria e idilio
En un bar a mitad de un cigarrillo.
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