Este es un poema del cual me siento muy orgulloso, y que de verdad me encantó crearlo, cada vez que lo leo me enamoro un poco más de la mujer que me inspiró a escribirlo!
¡Cabellera de Fuego!
I
¡Rebelde!, ¡esta contra toda autoridad!, ¡mala!, ¡malísima!, ¡malvada! , ¡pilla!, ¡diablurilla!, ¡vela como se maquilla!, ¡su majestad!, ¡su excelencia!, llena de pircings, tatuajes y tuneles, ¡su figura esbozada con pinceles de oro!, ¡quiere jugar solamente!, va con pantalones zarpados por los tigres de la moda, o tal vez ¡los tigres de la vida!, ¡fuma, baila y bebe!, al son de un reguetón, lleno de sazón, batería y ¡rumbón cansón!, que a veces es clásico, y otras, se basila y se goza cientos ¡trifásicos!
II
Y luego en el fondo, un corazón con un navajazo, ¡el pecho bien abierto!, ¡una soga bien atada!, pero de afuera, y entre ojos bien cerrados y a lo lejos cabos sueltos que se desamarran, que sueltan ese innecesario lastre en la mañanita agradable de su belleza de diamante, y sus destellos que se asoman surcando delicadamente los cielos, y ella se despierta, todavía con sabor a alcohol en la lengua, del sabor de su exquisita fruta con púas colada, que algunas veces corta, o raspa, pero por lo general la deja alocada, el sabor y la sensación de ese néctar que le encanta, y ¡la deleita!, también me deleita de la misma manera, con la divinidad de su ser, al total parecer me complace, ¡me aturde de placer!, con las llamas de su florecer, me veo envuelto en su colorido jardín, ¡corazones camuflajeados!, de infinitos matices, que me invocan, ¡me conectan!, ¡me provocan!, a unirme contigo en esa empresa, en esa construcción, ¡en esa calurosa y deliciosa función!, y luego deseo que te pasees como una cobra por mi cuello que se desdobla, que te ama mientras te aplaude, rimbombante con redoblantes que te otorga, y te acaricia delicadamente hasta tu sombra, y en ese instante, en ese mundo metafísico, ¡de los sueños!, ¡de los deseos!, me veo renaciendo, y creciendo a tu lado, y en mi alcoba sonrio de costado pensando que no este otra vez ¡entretenido en otro mundo acostado!, ¡roncando y enredado en el quinto pecado!
III
¡Es una candela!, ¡una llama!, ¡una flama picante!, que lleva años estremeciéndome, eternidades abrumándome, abrasándome y rostizando esta mente, este cuerpo, esta existencia que la anhela, que quiere sus besos de panela, y que quiere sus abrazos y caricias de estelas, hasta quedar como polvo de estrellas de tanto amor, ¡ella me bendice con el calor de su belleza!, de su dulzura, de sus alegrías, de sus travesuras, pero la lejanía me atesta con su infinito dolor, con su falta de cordura, vertiéndome como aceite caliente su hastía amargura, y me pregunto, cuando no se si es que eras una Imán o una Sultana, porque me tienes imantado tensamente, ¡fuertemente!, o ¿serás la Califa de algún reinado antiguo? Lleno de mezquitas, en el que tal vez de cerquita, te encontrare, o ¡te encontraría!, ¡toda cariñosita!, en una calle, en una esquina, en un cafetín, en un vaivén de quien sabe quien, y en un santiamén me encontrarías explotando como agua en un sartén, ¡perdiendo el tren!, ¡y olvidándome del fin!, ahí la providencia me agolparía como un tontín, ¡por quererte de esta manera!, mientras tu de veras sigues incendiándome, consumiéndome hasta el alma, los gustos, ¡los sueños!, que me revelan el porvenir de unos bellos aquellos, de unos querubines, ¡de unos diablillos!, pero sobre todo la constelación de una guerrera, de una cazadora como Orión, ¡de un rayo de esbeltos tallos!, ¡de una estrella digna de una doncella!, ¡de un sol que la adora religiosamente como un apóstol!, ¡de un cabello que se deja besar suavemente con empeño!, ¡ de una melena radiante que no necesita estandarte para gozarse!, que me ha absorbido en instantes, y que me dice que siga pa’ lante y que me funda y me enrede en la roja y naranja franja sin sosiego de esa ¡cabellera de fuego!
12/04/2020