Sujeta fuertemente mi mano, pero cierra con mucho cuidado tus ojos, camina al ritmo de mis pies algo torpes pues ellos son los que deberán romperse para mostrar cual deberá ser el camino que debes escoger, sígueme, mantén mi paso, está noche el cielo está algo bajo, las montañas son simples rocas, los grandes océanos son simples charcos de una llovizna pasajera, el demonio es un simple gatito asustado por el mundo que lo rodea, no creas las mentiras que susurra el viento pues está celoso, sabe que está noche no es el quien guiará tus pasos, está noche seré ese ser omnipresente del cual tú hablas con mucho amor, jamás dudes de aquel quien te jura amor eterno, nunca dudes de aquel quien te extiende la mano, pero antes que ellos, jamás me olvides pues seré yo quien guiara tus pasos entre los grandes desiertos colmados de misterios aún sin resolver, misterios tan grandes como los que guardan tu corazón latente, despídete del mal que cubría tus noches de penurias, pero nunca sueltes mi mano, recuerda que aún sigo guiando tu futuro tan dichoso como lo son tus deseos de vida, caminos de color dorado y perfumados con un suave toque de canela, logra olvidar tú mismo nombre, pero nunca olvides mantener tus ojos totalmente cerrados, este que es nuestro día número ciento cincuenta y tres por cumplir la lucha de dos almas desoladas y una tercera con luces de esperanza, sonríe a los vientos del norte, canta junto con las dulces melodías del este, y con mucho cuidado juega con las hadas del oeste, pero jamás fijes marcha al sur pues venimos de aquellas tierras que fueron manchadas por la avaricia de seres irracionales, los días del verano pasado son simples leyendas de pueblerinos tan celosos como el viento mismo, las estrellas se forman para la llegada de un nuevo ángel, aunque no lo creas ese ángel lleva tu nombre, sin embargo como el ser omnipresente que me he auto proclamado mi deber es resguardar tu pureza, aunque el mismo Dios al cual temo, algún día intentará manchar a quien juré proteger con mi desgastada alma, no dudaría ni un segundo en pelear hasta la muerte por tu seguridad, pues la confianza que me otorgaste no fue en vano, pues aún nos aguarda un largo camino, recordando que los demonios ya no existen, despidiendo a la serpiente del camino, aun sabiendo que Marte no se encuentra a la vuelta de aquel viejo roble donde me otorgaste la mayor prueba de fe, el mayor regalo, donde me otorgaste el milagro de ser padre.