Asemejemos nuestra realidad con el mundo exterior, por lo menos piénsalo un segundo, ¿Necesitaríamos las 7 maravillas del mundo para así poder observar con claridad? Necesitaríamos diez mil libros que relaten amor eterno para aprender? O simplemente no nos bastaría una pradera cubierta de girasoles? Escuchemos con serenidad el aleteo de las mariposas, hagamos que sean ellas nuestras mentoras, pues nos susurran al odio el gran valor de la libertad, esa libertad que tanto deseamos en nuestras noches de penurias, esos tragos amargos tan innecesarios como aquellas noches sin estrellas, sujétame de la mano y jamás culpes a las mariposas, NO! Jamás maldigas al amor, pues el amor desde siempre fue nuestro oxígeno, solo observemos a nuestro alrededor, ¿logras observarlo? Si no es así entonces cerremos nuestros ojos y logremos abrir con total delicadeza nuestros corazones, activemos nuestro octavo sentido, pues el sexto y el séptimo acortan la dignidad y decencia, ¡sígueme!, vamos camino a la costa del silencio, pero solo utilicemos el camino del arcoíris pues estamos tan cerca de la tierra de Oz que los colores están distraídos, toquemos las puertas del cielo y pidamos un descanso, para así partir de vuelta a nuestro destino, ese destino que nos trazamos juntos, ese destino tan nuestro por derecho como yo seré tan tuyo incondicionalmente, aunque las mariposas no lo deseen, aunque el vino se derrame, aunque el cosmos completo confabule en nuestra contra, aunque los segundos mueran a nuestros pies, levanta suavemente tu rostro, mírame fijamente a los ojos y recítame amor eterno, pues cuando caiga la noche el la palabra amor será corta e insignificante, y el mundo será simplemente un pequeño ronroneo, pues cuando caiga la noche lograremos saborear con total cuidado los colores.