Por Angélica López Gándara
Todas las enfermedades son emocionales, ya que no se puede separar el cuerpo de la mente. Sin embargo, no es verdad lo que dice la escritora Louise Hay, que asegura que somos, completamente, responsables de nuestra salud. No es así, el medio ambiente, la tecnología y las nuevas terapias influyen también. No es lo mismo contagiarse de sífilis ahora que antes del descubrimiento de la penicilina, y ¿cómo se podrían explicar las enfermedades genéticas, siendo el individuo culpable de padecerlas? Fuera de eso, sería ideal escoger gobernantes sanos.
Benito Juárez sufrió mucho por enfermedad, durante su mandato presidencial, padecía intensos dolores provocados por angina de pecho; no existía la nitroglicerina como vasodilatador coronario, en cambio, le ponían agua casi hirviendo en el tórax para que le mejorara el dolor cardiaco, agregándole sufrimiento por quemaduras en la piel. Juárez murió de infarto a los 66 años, en 1872. Otro caso fatal fueron los aneurismas cerebrales de Adolfo López Mateos que lo postraban por cefalea. Murió a los 61 años, en 1969. Otras enfermedades, no graves, las hemos conocido en los presidentes que nos han gobernado recientemente: se encuentran el traumatismo de rodilla de Ernesto Zedillo; la hernia de disco en la columna vertebral de Vicente Fox; la fractura de húmero, por caída de bicicleta, de Felipe Calderón y, por último, el presidente Enrique Peña Nieto que fue sometido a una cirugía de extirpación de tiroides, debido a un tumor benigno. De acuerdo a eso, él está recibiendo hormonas sustitutivas.
De acuerdo a la encuesta del Reforma, estas serían las enfermedades que tienen la posibilidad de habitar Los Pinos:
El infarto cardiaco es el primer lugar en las encuestas. Este infarto fue tratado con revascularización con la colocación de stens, que son unas férulas (pequeños tubos) que se colocan dentro de las arterias coronarias cerradas y que de este modo se abren y restablecen la circulación en el tejido dañado. Es lo mismo que padeció Benito Juárez, sólo que los adelantos científicos, ahora, permiten alcanzar mejor calidad y (sobre todo) esperanza de vida. Los riesgos de volver a tener un infarto, aunque ya se haya revascularizado, son mayores que en la población general. Pese a eso, una persona de 64 años hace una vida, aparentemente, normal.
En segundo lugar, está una enfermedad visible: la ausencia de melanina en algunas áreas de la piel, principalmente en cara y manos. El origen del vitiligo se reconoce como hereditario, autoinmune o metabólico; el problema que presenta es principalmente estético, sin embargo, también provoca ansiedad por el cambio de apariencia de la piel. No es peligrosa, sólo que si la persona está sometida a mucho estrés es común que se haga más aparente.
El tercer lugar sería para el desprendimiento de retina, que en una mujer presidenciable es un problema serio porque es frecuente que sea el signo de otra enfermedad; por sí mismo pone en riesgo la visión, más no la vida. No es tan preocupante como las enfermedades cardiacas. De este desprendimiento de retina, se desconoce la causa, pero lo más común es que sea por traumatismo, diabetes o miopía severa.
En el cuarto lugar de las encuestas estuvo la arritmia cardiaca. Esta patología es también un problema serio, ya que si no recibe tratamiento es causa de muerte súbita, al igual que el infarto. Esta arritmia fue tratada con un método que se llama ablación y consiste en destruir las fibras nerviosas cardiacas que están enviando impulsos excesivos y/o desordenados: El corazón no late de manera normal. En este caso, el procedimiento fue primero con cateterismo, pero terminó en cirugía de corazón abierto por una perforación cardiaca, producto de un error médico. La persona ha seguido haciendo ejercicio y gobernando.
No encontré otras enfermedades presidenciables. Aunque la juventud, esa que se cura con los años, podría ser una y la otra es la coprolalia; ninguna de las dos es relevante, excepto porque denotan ausencia de serenidad. ¿Cuál enfermedad sería menos dañina para el país?
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