Esos Seres Llamados Ángeles

in #psicologia7 years ago

Víctor Sueiro (1943-2007), conocido periodista argentino, escritor, poeta y afamado comunicador social a través de diarios, revistas, radio y televisión; que también realizó adaptaciones teatrales, escribió guiones cinematográficos, historietas y fascículos, es considerado uno de los escritores más leídos de Argentina.

Recibió varios premios, entre ellos la distinción Juntos Educar que otorga el Arzobispado de Buenos Aires, por haber contribuido a la educación y a la cultura con su mensaje de esperanza, de amor y de fe, luego de experimentar personalmente una experiencia cercana a la muerte.

En su libro “El ángel de los niños”, hace una recopilación de testimonios, contados por los propios protagonistas, con sólido rigor periodístico, que nos lleva a pensar que la vida oculta misterios y magia, aunque estemos empeñados en dar crédito sólo a lo superficial que percibimos con los sentidos.

Algunos niños suelen tener amigos imaginarios hasta aproximadamente los cinco o seis años. A esa altura a ellos también se les entorpece la percepción como a los grandes y sólo pueden ver la realidad que llamamos material.
¿Quiénes son los amigos imaginarios de los niños? ¿Son reales o son alucinaciones? En este caso, si son alucinaciones, o sea percepciones sin objeto, ¿Qué es lo que hace que se activen los receptores cerebrales de una imagen si no existe el objeto externo correspondiente? La ciencia aún no lo sabe.

Tal vez sea verdadero el concepto de que sólo existe el objeto para un sujeto; o bien son seres de otra dimensión que por alguna razón se manifiestan sólo para algunas personas en determinadas circunstancias, o acaso son ángeles.

Casi todas las religiones más difundidas reconocen la existencia de ángeles, seres celestiales que tienen la misión de acompañar a los mortales o de ser mensajeros del Ser Supremo.

Es común y a la vez extraño que niños normales que no sufren ningún trastorno cerebral conocido, tengan experiencias paranormales y alucinen la presencia de un niño que los acompaña en sus juegos, que conversan con ellos y hasta que puedan saber su nombre.

En el libro arriba citado, se transcribe el relato de María Belén Schmucher de seis años, quién todas las noches solía ponerse en contacto con su ángel Joaquín para conversar y rezar con él.

También registra la experiencia de Gonzalo Fernández, de Tandil, de tres años y medio, que cayó desde un quinto piso y salió ileso. Poco tiempo después dijo que una señora lo había salvado sosteniéndolo y colocándolo suavemente en el piso.

Y la de Gastón Márquez, que desde los dos años hablaba con su ángel a quien llamaba Agustín, quien le enseñó a rezar el padrenuestro, oración que jamás había escuchado. Gastón también tenía premoniciones que se cumplían.

El caso de Alfredo Correas, de 23 años, quien falleció debido a un accidente de moto es conmovedor. Al poco tiempo de su desaparición, un día su hermana Clara sintió la necesidad de escribir como si alguien le dictara; y al leer lo que escribió en forma inconsciente, se da cuenta que era un mensaje de su hermano que le transmitía esperanza infinita.

El Dr. Melvin Rose, médico norteamericano, entrevistó a cientos de niños de tres a quince años, que habían tenido experiencias cercanas a la muerte; y pudo comprobar que también los niños tienen las mismas vivencias de los adultos en esas circunstancias, pero que además podían ver la presencia de seres celestiales, sin tener, la mayoría de ellos, ninguna educación religiosa.

Los niños parecen estar más cerca de la trascendencia, porque aún no tienen a su alrededor la barrera de los prejuicios, que es la que no permite ver más allá de la razón. Son más puros, tienen menos condicionamientos, no se cuestionan y son capaces de aceptar también, lo que parece imposible.

Las cosas que no comprendemos las llamamos sobrenaturales, pero todavía no conocemos toda la realidad porque aún sabemos muy poco de ella.

La realidad tiene extrañas incógnitas que aún permanecen en el misterio, porque el hombre aún no ha descubierto todo y recién está en el umbral del conocimiento. Sólo cuando abandone su actitud soberbia y se atreva a abrirse a lo que está más allá de sus patrones de pensamiento, podrá entender lo que hoy aún resulta inexplicable.

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