¡Asombrémonos! Aunque los acontecimientos de la vida social y política conciernen a todos, indiferente de la actividad o participación en ella misma, no todo el mundo, se detiene por un momento siquiera y observa con detalle, las razones y consecuencias de las diferentes circunstancias, que rodean un evento, que es de relativa importancia en el desarrollo cotidiano y que por sí, debería causar asombro y no quedar relegado, tal como está pasando, destinándole a un segundo plano, una vez otro acontecimiento se presenta con intencionalidad también, de llamar la atención. Pero: ¡Ya no nos asombramos!
No se está descubriendo la bondad o la maldad de los actos humanos, mucho menos los atributos de las cosas, las personas o de la irrefutable verdad. El éxito de líderes o funcionarios sobresalientes, está en asombrarse de lo que ocurre en el día a día, para asimilar con propiedad el conocimiento del entorno y por tanto, corresponder con las actuaciones, que frustren o agencien las justificaciones y produzca los resultados convenientes para la sociedad.
La pérdida del asombro, establece un nuevo modo de vivir de manera enteramente superficial, contemplando, pero no tomando parte activa, al punto que se pierde consecuentemente la creatividad y la elaboración de patrones, que pudiera dar a la comunidad más y mejores oportunidades, para trazar incluso el propio derrotero y no caer en la mediocridad, como valor agregado del desarrollo integral de todo un pueblo.
Cómo no asombrarse, por la muerte de un ciudadano causado por robarle su teléfono celular, tanto como de enterarse que ciertos políticos, atacan con sus prácticas corruptas el presupuesto nacional y que aparecen los casos de Odebrecht, Reficar, Programas de alimentación escolar, La Guajira, Interbolsa, el cartel de los pañales, de la hemofilia, de los locos, el ‘carrusel’ de la contratación, de descubrir la capacidad mentirosa y deshonesta del Ñoño, Mussa, Gustavito el fiscal anticorrupción y del otro Gustavo, el más malo, que de todos se burló.
De la aftosa, el sarampión importados y por la gran cantidad de hermanos venezolanos, deambulando desde su tierra en búsqueda de un mendrugo, para alimentar su cuerpo y la esperanza de un mejor mañana. Si acaso hubo un relativo asombro porque la selección clasificó al mundial de fútbol, por los triunfos de Nairo, Rigoberto u otro de los escarabajos, en las carreteras extranjeras, pedaleando como locos para ponerse un maillot, nada comparable cuando el premio Nobel de la paz se anunció y que por deducción, se supo era una buena negociación favorable a los pelirrojos, concesionados para el petróleo, usufructuar.
Cuando se firmó la paz y los combatientes entregaron las armas –casi nadie se asombró–, como tampoco por el reclutamiento y las denuncias sobre abusos sexuales, pero, saber ahora que un exguerrillero en condición de invidente, tuvo la visual clara para concertar inversiones con un cartel mundial y poderoso del narcotráfico, en proyectos agrícolas productivos e invitarlos a participar, aun sacrificándose en su jubilación ya alcanzada, después de décadas correteando clandestinamente, por el monte y no para volverse él y la familia millonarios, es lo más asombroso del momento, que puede causar el cuestionamiento del programa de una nueva Colombia en paz, reiterando a muchos colombianos, que aún creen que tales reinsertados no han dejado sus turbios negocios y que por tanto la voluntad real de paz, nunca tuvieron.