El consumo de drogas actualmente es una actividad tan generalizada, que parece sorprendente conocer a alguien que no haga uso de alguna de ellas de una forma más o menos habitual.
No hay más que mirar alrededor para percatarnos de que la juventud, uno de los posibles elementos potenciadores de un cambio social, se deja llevar por éste tipo de consumo.
El consumo de ciertas sustancias alienantes se convierte en algo generalizado y necesario para esos consumidores, crea individuos totalmente alienados, cuya única inquietud verdadera es experimentar una sensación, cayendo en una pasividad que les aleja cada vez más de la realidad, y de los verdaderos problemas.
Ese distanciamiento de la realidad da lugar a la falta de inquietudes, o aún peor, al hecho de tenerlas y no hacer nada, a no luchar por un cambio. Dentro del movimiento libertario también se puede apreciar que el consumo de éstas sustancias contribuye a disminuir y degradar la actividad, la lucha tanto de manera individual como colectiva.
Vemos en esto uno de los principales problemas que más daña a los diferentes movimientos sociales, tanto históricamente como hoy en día. No hay que olvidar el papel que ha cumplido la introducción de la droga en el seno de los movimientos sociales más combativos, de lo cual se han aprovechado los gobiernos para apagar toda posibilidad de iniciativa revolucionaria.
Aquí es donde surge la necesidad, si realmente queremos ser críticos y coherentes con nuestro análisis de la realidad, de denunciar esas dinámicas que se reproducen también en el interior de nuestro movimiento. Lo observamos constantemente, los centros sociales se convierten a menudo en espacios de ocio alienado, los bares (ya sean o no del ”rollito”) en lugares de consumo compulsivo, donde la lucha política se limita a la estética y a la repetición inflexiva de una serie de eslóganes resultones.
A nuestro parecer, la identificación de la política y la rebeldía con las modas estéticas, el consumo de estupefacientes y otras repeticiones más o menos camufladas de los esquemas más claramente capitalistas, supone una gran amenaza. Cada unx puede evadirse, relajarse o disfrutar la imagen que de nuestras ideas queramos dar, y por supuesto sin identificar cosas que además de no tener nada que ver, nos son perjudiciales. No puede olvidarse que la lucha es asumible por el poder de muy diversas formas, caer o no en ellas sólo depende de nosotres.
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